martes, 28 de abril de 2009

ESQUIRLAS: El descentramiento del relato

(… explosiones accidentales según la obra de Víctor Payares)



Along runs a river, 2009
Técnica mixta sobre tela
Cortesía Lyle O. Reitzel Gallery (Miami-Santo Domingo)

UNO:

Recientemente, hablaba con un pintor de cómo el deslumbramiento que ha causado el denominado y tan en boga “Nuevo Arte Alemán”, el cual se refuerza más que nada en un resurgimiento del ejercicio pictórico, en un supuesto renacimiento de una “Nueva Escuela Pictórica”; sólo nos confirma una certeza… ni aunque “operemos como entes disidentes” desde su semilla (es decir, desde sus territorios), Occidente nos dará el mérito de sus alcances, a pesar de que la raíz de los mismos, esté en la naturaleza descriptiva y fragmentaria de nuestro Arte.

Por qué digo algo tan tremendamente denso en un inicio textual como este, pues muy sencillo, porque este fenómeno que hoy día conocemos como el “Young German Art”, donde figuran nombres como los de Neo Rauch, Michel Majerus, o Jonathan Messe; poco se diferencia incluso a modo discursivo, del renacimiento pictórico que originaron artistas como Julio Galán, Arturo Herrera, Guillermo Kuitca, Ray Smith, Manuel Ocampo, o Luis Cruz Azaceta, a finales de los 80s e inicios de los 90s.

De hecho, “si lo miramos con lupa”, mucho han de haber aprendido de cómo desintegrar un relato unilateral, los alemanes del quehacer de la Pintura Latinoamericana de la década de los 90s. Pero no. Ellos prefieren argumentar sus orígenes en la propia Neo-Vanguardia Alemana de Inmerdorf, Polke, Kippenberger, o los hermanos Ohelen, lo cual incluso hasta puede ser cierto. En cambio, poco se discutiría actualmente si el resultado final de la Pintura Contemporánea se ha desarrollado desde una matriz europea, o desde un acicate latinoamericano; cuando a fin de cuentas, el resultado es extrañamente similar: el NO-Relato.

DOS:

Enmarcado dentro de esta tendencia tan de moda de la “Abstraction Comic” , a la que hemos llegado gracias a figuras como el ya mencionado Arturo Herrera, o a otras firmas como las de Eugenio Espinoza, Yamandú Canosa, Inka Essenhigh, Julie Mehretu, o a figuras más jóvenes como Pablo Alonso, Fernanda Brunet, o Jesús Zurita; en medio de esta “Joven Tradición” aparece en la palestra pública miamense el artista cubano-americano Víctor Payares, nacido en La Habana en el año 1985. Cuya obra goza del entrenamiento de la mirada de quien ha visto pintar desde sus primeros recuerdos. Hijo del artista cubano Sergio Payares, distanciado completamente de la metodología estético-discursiva de su padre, Víctor denota conocimiento de cómo se hace una “buena pintura” en cada una de sus piezas.

Obras las cuales advierten -desde ya- cierta solidez escasa en la temprana juventud de un creador. Tal como si el observar cómo se “fabrica” evolutivamente una imagen que terminará en ser un Objeto Artístico, y más específicamente una planimetría pictórica, como si este placer, le hubiera depurado la manera de construir su Arte de tanto VER Arte, Víctor Payares alardea -desde la modestia de sus inicios- de un buen hacer, realmente endémico en el Nuevo Arte del Milenio Actual.

TRES:

A decir verdad, lo que de verás, me llama la atención en las pinturas de Víctor, no es el uso desprejuiciado del collage (algo casi típico en la cultura de la yuxtaposición informativa en la que estamos convirtiéndonos desde la saturación de bombardeos visuales a los que somos sometidos); sino, al “uso frenético” de lo velado, que desde su modélico modo de ir tachando realidades pictóricas, hace.

En sus Pinturas el acto mismo de Pintar es solapado por el acto de “dejar entrever” naturalezas muertas de corte paisajístico que en cada una de las obras susurra un debate interior soterrado; como si el joven creador supiera que en cada fragmento de realidad que el Arte toca hay como una señal oculta, o habita como velo un sustrato que por debajo de lo visible, crea puentes de comunicación interna, silbando una canción a voz baja. Ducho en manierismos deconstructores, como los que creadores como Carlos Quintana, o el maestro Azaceta emplean como marca autoral; Payares, vela territorios ausentes en sus planimetrías para crear atmósferas sensoriales donde el acto narrativo de sus iconografías se disuelven, se mezclan, se hibridan, renacen y desaparecen, explotan y se contraen.

Tal como si cada una de sus obras participaran de la velocidad de un estallido, y solamente él (el artista) se dedicada a captar como un arqueólogo muy hábil y eficaz, destellos de una realidad que antes estuvo donde ahora hay vacío. Un vacío que no es tal, ya que todo sabemos que en el espacio mental que es el recuerdo de una visión, un vacío no es una vacío, sino es un color, un olor, un tacto, un ondulear del Mar, un sonido del estruendo de quien no está ya donde antes estuvo.

Siendo su Pintura una Pintura ligeramente Visionaria, ordenadora de las ESQUIRLAS en las que nos estamos convirtiendo en medio de este Caos, neurótico y fantasmal, donde dejamos de ser una identidad en concreto, para volvernos POLVO, centellas de una visión adivinada en el paisaje. Sólo pedazos reciclados de una naturaleza -todavía viva- que luego volverá a renacer. O al menos, esa esperanza aguardamos, acunándola calladamente en nuestro interior, bajo un velo de luz que se perfila como nube.

Granada, España
Primavera, 2007-Invierno, 2009.