sábado, 1 de marzo de 2014



Alexis Esquivel, Memorial Garden, 2013
Acrílico sobre tela, 145 X 175 cm
Cortesía del artista


EL HEROE REVISITADO según la obra de Alexis Esquivel


a Antonio
por aquella primera vez


Los partes bélicos que acaban archivados en carpetas en la mesita del salón nos dan una idea insuficiente de las acciones heroicas. Esos logros paradójicos están ahí arrumbados, esperando una revisión que incorpore la época de la vanguardia a la tradición o, como a veces tememos, que acabe con ella.

Brian O´Doherty
Dentro del cubo blanco
La ideología del espacio expositivo


El héroe no nace, el héroe se hace.
A pesar de que lo intentan demostrar las tradiciones de vocación “ancestralistas” que inciden en la sanguinidad de la valentía, la gallardía y el ímpetu de la heroicidad; el héroe no nace, el héroe se hace.
Se hace cuando se enfrenta de manera heroica, léase: sobresaliente, casi en el límite de su humanidad, a las adversidades de su realidad.
Ahora bien, igual estaría interesante debatir en torno a la ideología que “lo heroico” -y su parafernalia- despliega como discurso o simulacro histórico-político según los caprichos escriturales del poder.
Dependiendo de qué lado de la polaridad de la historia este quien escribe sobre esta condición heroica, las metodologías con las que este “hombre extraordinario” se enfrenta a su realidad, pueden ser leídas como actos heroicos o como actos vandálicos.
Aunque a decir verdad, la terminología actual sería “actos terroristas”. Hace cincuenta años -sólo medio siglo- eran “guerrilleros, rebeldes, insubordinados, insumisos”; pero nunca se leerían o escribirían como las acciones de los vándalos. Sino como las acciones de un justiciero. Y aquí entra en juego otro detalle a destacar en nuestro análisis, el papel que juegan las razones de los juicios de valor, las normativas que imponen la justicia de los hombres en la determinación nominal de la heroicidad (o no), de cada sujeto bautizado por su estigma.
¿Cuántas veces hemos escuchado -de un lado y otro del discurso del poder- el término “héroe” usado para designar o “marcar para la historia” a hombres violentos que han cambiado el curso de la historia para un lado u otro de la balanza de la humanidad?
Pues sobre estas arbitrariedades de la escritura del transcurrir histórico, lo que los filósofos llaman: “la Filosofía de la Historia”, va la obra de Alexis Esquivel desde hace más de veinte años a nuestros días.
Sus series Memorial Garden o Los próximos héroes, sus últimas producciones fundamentalmente pictórica y dibujística[1],  conecta directamente con sus tempranos Retratos Históricos, en los que el artista cubano reinterpretaba anécdotas, fabulaciones o derivas de la Historia y la Historia misma del Arte, desde una mirada de disidencia lúcida que burlaba la oficialidad del discurso historicista.
Conectado también con la vertiente neo-historicista de la Era Post-Moderna que en Cuba hizo mella, clavando en nuestra cultura visual una insidiosa viralidad crítica, la obra de Esquivel, desde siempre, ha mirado a la Historia para desmantelarla y re-escribirla desde una lógica derivativa, escurridiza, zigzagueante, como creando nuevos senderos de reinterpretación descriptiva o reinterpretación narrativa de la misma.
Como si la asumiera desde su uniformada frontalidad… tagencializándola. 
La figura del héroe le sirve perfectamente para esta divergencia transversal porque el héroe participa en definitivas de la Frontalidad -horizontal- de la confrontación, la frontalidad del enfrentamiento. Siendo entonces el entendimiento de “el cómo nos enfrentamos con el legado histórico” para redefinir nuestro presente, la pragmática que mejor ayuda a Alexis a argumentar una obra de un fuerte carácter crítico con los propios conceptos significantes que la Historia en sí, y sus herramientas, nos proporcionan.
En este entramado, entran en juego otros elementos constitutivos de la obra de arte de Esquivel que operan desde un rol protagónico. Por ejemplo, los elementos puramente visuales que “usa” para desarrollar su trabajo. No en balde, la obra de Alexis Esquivel se despliega desde un ejercicio sofisticado de la práctica pictórica.
Optar por la Pintura, en el caso de Esquivel es un acto de militancia crítica.
En un tiempo en el que los nuevos medios abogan por apoderarse de la nomenclatura de la Vanguardia, él opta por pintar como gesto de rebeldía.
A pesar de que lleva años viviendo en Europa y su obra bien podría desarrollarse desde el instalacionismo más techné o la fotografía más grandilocuente, Esquivel opta por la Pintura emulando el soporte desde el que la Historia misma nos llegó como relato omnipresente, insoslayable e incuestionable.
¿Quién cuestionaría a Goya, Delacroix, David, Velázquez? … salvando las distancia…
En el siglo XX, el enfrentamiento al acto pictórico todavía narrativo y ahora neo-historicista, por suerte ha tenido un acicate de efervecensia en un creador como Mark Tansey que abrió la veda para deshacer el academicismo de la representación pictórica occidental y cuestionar la representación a la vez que se cuestionaba el relato de lo histórico y lo pictórico en un mismo resultado de lucidez.
Esquivel se enfrenta a la Pintura desde ese acicate de Tansey, el de quien opta por un “arte-no-de-vanguardia”, en sus formas; más “sí-de-vanguardia” en sus ideologías post-críticas, post-coloniales, post-conceptuales y post-neobarrocas, sacadas a la luz, por la gracia de su pincel. Ya que en esa apariencia de antigüedad de “pintura histórica”, que cromáticamente hasta pudiéramos decir que imita el pergamino, en ese “espíritu epocal arcaico”, hay una intencionalidad ex professo de desidia, nada pasiva.
Una desidia que re-escribe su propio álbum laminal de historias paralelas, de ahí quizás su vuelta al dibujo, por su carácter bibliográfico y/o documentalístico.
Un documento alterado, falseado, reinventado, o que transgrede la antigua noción de verdad, y ofrece otra. Una verdad de cubo-rubbi, poliédrica.
Una desidia nada contemplativa, más bien, la desidia soterrada de un héroe silencioso que desde el subterfugio de la mirada, nos cuestiona cuán valientes somos y cuán capaces de ser valiente somos, en el reconocimiento de esta nueva verdad que pone en duda, si vale la pena o no, la etiqueta nominal del héroe. Cuando la MTV a diario nos vende el heroísmo marginal de un lumpen de uno de sus realityshows; y la CNN, nos oculta la verdadera causa de la muerte de un anónimo que intentó salvar a su país del último dictador de Occidente.


Octubre, 2013.
Las Palmas de Gran Canaria, España





[1] Y en la idea de que Alexis regreso al dibujo, a decir verdad, hallo una militancia clara por la precariedad disidente del “buen hacer” del “gran arte occidental”, como auto-guiño a sus mencionados tempranos Retratos Históricos, muchos de ellos realizados sobre papel.