martes, 8 de julio de 2014



Christian Viveros-Faune, OPC, Larry Alvarez y Richard Mosse 
en la rueda de prensa de la muestra The Devil you Know, SAA/CAAM, Abril, 2014

PINK  (o de cómo escapar del infierno según el arte de Richard Mosse)
… notas para un prólogo

la vida es un mal pensamiento
este poema que aún supura.

Leopoldo María Panero
Teoría del miedo


1.- Para comenzar, hagamos una autocrítica: yo no conozco África.
Como consumidor de imágenes ─sean éstas fotográficas o cinematográficas─ e historias ficcionales narrativas o de escrituras ensayísticas, he de reconocer que “algo sí”, pero no tengo el placer de conocer “en persona”, ─o lo que en los medios radiofónico-televisivos llaman “en directo”, y en antropología se denomina: “de primera mano”─ la tierra de los ancestros de los credos afrotrasatlánticos llevados a las Américas, por la esclavista “Trata Negrera”.
Sólo retengo en mi memoria, anécdotas de familiares, vecinos y amigos que fueron enviados a la Guerra Cubano-Angoleña-Sudafricana, de quienes sí estuvieron allí. Pero yo no la conozco.
Por ello, tal vez ─lamentablemente─ África me queda tan distante, estando tan cerca, no sólo a nivel geográfico, ahora que vivo en las africanas Islas Canarias, vecinas paralelas del continente negro; sino, culturalmente, por mi raíz caribeña, y más específicamente, cubana.[1]

2.- Cuando se habla sobre África, desde Occidente se argumentan con facilidad fundamentaciones inexactas que generalizan sobre cómo un continente entero está en constante ebullición bélica, por la desgracia post-colonial de la repartición de los poderes fácticos étnico-tribales, y el desequilibrado reparto de los bienes económico-financieros del continente geográficamente más rico del planeta. Sin ahondar en dichas especulaciones en el problema fundamental, aquél que radico en el hecho de que ese condicionante bélico africano se mantiene, porque justo se mantiene el “expolio” y la exportación de ese reparto, desafortunado ─para unos─ y afortunado ─para otros─,  de sus bienes hacia Occidente.

3.- Sobre este silencio ante el expolio las teorías post-coloniales de los “estudios culturales” encaminados por Raymond Williams, Stuart Hall, R. F. Thompson y Richard Hoggart, han puesto al descubierto la raíz del conflicto: el problema de base, el expolio como causa, las políticas coloniales y post-coloniales, y los conflictos bélicos incluidos como la consecuencia.
Desde el punto de vista curatorial refiriéndonos al Arte de hoy en día producido desde el contexto africano profesionales como Octavio y Antonio Zaya, Salah M. Hassan, Okwui Enwensor, Olu Oguibe y Elvira Dyangani, entre otros, han abierto debates de profundización y contraste entre dichas teorías críticas y las prácticas artísticas, más allá de las nociones estereotipadas de la cultura visual africana en un tiempo globalizado. Así mismo, las bienales de La Habana, Johannesburgo, Dakar, Bamako, Benín o El Cairo, nos han abierto también la noción de la realidad artística africana, más allá de los clichés que la encorsetan a un peyorativo “primitivismo lastimero”.
Una mirada curatorial que definitivamente ha democratizado y visibilizado un contexto transcultural, que desborda el continente.[2]

4.- Esencialismos aparte, como se aplica en antropología crítica este término anglosajón deriva de la potestad representativa y legitimante esencial de las razas o etnias, después de asumir mi vacío, igual puedo decir que bien creo no hay un único camino para conocer África.
E incluso, podría preguntarme ¿cuál África?

5.- Richard Mosse es irlandés, lo cual indica de nacimiento y por deformación cultural, que lo bélico lo comprende de manera natural, ya que es un hombre crecido en el tiempo del IRA y de la militarización de la vida político-social de su país natal, en plena Europa de finales del siglo XX e inicios del XXI. 
A su vez, Mosse es un artista visual sobre todo fotógrafo y videoartista que desde muy temprano se ha preocupado por captar a través de su lente, las realidades marginales que tras el paso de la guerra, el humano deja.
Posiblemente para que esta captación retiniana le sirva como modelo de comprensión de la complejidad de su propio concepto de “nación en guerra”.
Primero lo hace simulando un documentalismo directo, análogo, plano y frontal; y luego diversificando el detalle del enfoque, en diálogo con una seductora belleza estética de las imágenes que produce, la cual pone en jaque el sentido literal de la imagen, su finalidad, su mensaje y su naturaleza misma como reflejo de “lo real”, metaforizado. Empleando para ello el filtraje de la película infrarroja de vigilancia militar en desuso, que en esta ocasión, mediante el “uso exagerado” de su cromatismo resultante provoca una imagen cargada de la belleza de la destrucción podría decirse, o de la belleza de la muerte y el caos; que atrapa hipnótica e hipnotizada nuestra mirada.

6.- Una mirada que ─al menos en su serie El Enclave─ no es África.
Tan sólo un relato fragmentario de lo que el ojo del artista ha visto y/o ve en el conflicto armado de la República Democrática del Congo.
Únicamente un fragmento coloreado de rosa, fucsia y magenta del África ensangrentada de rojo.
Esto claro está, no es “Arte Africano” propiamente dicho, pero -hablando de decir- de África habla.[3] Como si el artista nos dijera,  yo no conozco África ni como turista… o… “un poco sí”.

7.- Sin embargo, el acercamiento a las fotografías rosadas de Richard Mosse me recuerdan por qué me siento tan lejano del conflicto africano, habiendo estado tan cerca y/o colindante de la historia de mi vida.
El Ché, ese héroe idílico revolucionario, estandarizado como icono post-comunista, que todo estudiante cubano de mi generación (inside island) juró “ser como él”, de hecho, luchó en la primera guerra de guerrilla del Congo a inicios de la década de los sesenta. Allí, en el Congo comenzó su periplo internacional post-Cuba que le condujo a la muerte en Bolivia.
Del Congo, o del antiguo Reino Kikongo vinieron a mi isla hace más de tres siglos, los cultos de la Regla Kimbisa Palo Congo Mayombé, uno de los credos fundacionales del sincretismo cultural cubano; y en cambio, yo, al Congo nunca miré, le di la espalda, lo dejé pasar.
Cosa que Mosse, no hizo.

8.- Me acompleja y paraliza el horror otrorizante de lo desconocido, o quizás debería replantearme ese des-conocimiento (de y/o post-colonial), como una meta a superar.
O ni yo mismo, mirando estas engañosas e impactantes fotografías rosáceas, podré escapar del infierno (metafórico y “no-real”) de mi conciencia, más allá de la falsedad de mi culpa pseudo-burguesa.
Como si Richard Mosse quisiera despertar nuestras aletargadas conciencias de su letanía, hablándonos de la guerra porque en la guerra creció; aun… cuando estas sean guerras que no sean “suyas”, nos grita -al oído de sus impactantes imágenes- que si son humanas, estas guerras son nuestras.
Con esta conciencia de rebeldía e inconformismo crítico con el que el independentista poeta nacional cubano, José Martí, cuando refiriéndose al imperialismo, decía: “Conozco al monstruo, porque viví en sus entrañas.”
Y desde allí, desde una escapada o fugaz representación del peor de los infiernos, nos invita a entrar, aceptándolo como parte del mundo en el que vivimos.
Ahí, aquí… en el continente de al lado.
Ahí, ahora.

Las Palmas de Gran Canaria, España
Invierno de 2014.




[1] Me molesta muchísimo caer en el metafórico refranero canario que dice que en Canarias se está de espaldas a África, de frente a las Américas y pensando en Europa. Sin ser canario, o quizás, sin saber realmente cuánto de canario somos los de mi isla, he caído en esa trampa simbólico-cultural.
[2] Estrictamente hablando dentro de la historiografía crítica, por ser más exactos, puede que sea Dakar la referencia hoy por hoy del mapeo visual del Arte Africano en las últimas décadas.
[3] Sobre esta idea esencialista, recuerdo la parcela de legitimidad que se le ha cuestionado al artista cubano José Bedia por adentrarse en las cultura primalistas y populares indígenas americanas, “siendo un hombre blanco”.  Y en una situación contraria, ese mismo “lobby crítico”, por llamarlo de alguna manera, le ha permitido a Alfredo Jaar, representar (hasta la saciedad, con un amplio proceso de comercialización globalizado de respaldo) las masacres y miserias de Ruanda.
Entonces, ¿por qué no es legítimo que lo haga Mosse? ¿Por ser europeo? Es irlandés,  un europeo dominado, podríamos decir, atípico, igual de disidente e insumiso que el resto de los ciudadanos de las periferias del poder.