martes, 23 de abril de 2019




TIBIO o TEMPLADO (NI FRÍO NI CALIENTE)
notas sobre la obra reciente de Flavio Garciandía



Imagen de Sala Mai36 Galerie, Zurich, Primavera 2019

Toda la amplia obra del artista cubano-mexicano Flavio Garciandía, se posesiona en un diálogo con la Historia del Arte y la Cultura desde una mirada personal. 
           La mirada de un cubano, nacido en Cabairién en el año 1954, cinco antes de la Revolución, luego residente en La Habana en sus años de estudio y en sus tempranos años de profesión donde desempeño además una fuerte labor como docente en el Instituto Superior de Arte del que llegó a ser decano de Bellas Artes, para más tarde trasladarse a Monterrey, México, a inicios de los noventa, y actualmente residir en Ciudad de México. Una mirada que desde siempre se caracteriza por venir acompañada de una destreza resolutiva apabullante, inquietante, imponente. 
           Y ese diálogo con la Historia del Arte y la Cultura que le rodea lo establece -también desde siempre- de manera desenfadada, cargado de un gran sentido del humor, de ironía, de sarcasmo, donde sexualidad, sensualidad, sapiencia del buen hacer y el mal hacer del arte, se contraponen con la Cultura Occidental Dominante, como leve resistencia. La indómita resistencia de quien admira y conoce, pero se reconoce diferente al canon occidental, o más específicamente al canon occidental moderno, el cual desde una actitud evidentemente post-moderna es puesto en jaque así por el choteo, la burla, la risa inteligente de un hombre del trópico. Culto y diestro, pero gozador a la enésima potencia.
Desde esta perspectiva, si hacemos un seguimiento de su trabajo, podemos apreciar que desde hace más de dos décadas su paleta de colores ha dado un giro de lo telúrico -o terroso tropical- que continuaba su línea de homenaje y apropiación del camino abierto por el Grupo de los Pintores Abstractos Cubanos de la Pre-Revolución, hacia una temperatura de color que podríamos definir como más corporal, casi carnal.
Un cambio de tono, que puede que venga sujeto a la primicia de que huellas figurativas del cuerpo se manifiesten, se hacen esbozos, líneas escurridizas que unifican la obra de Garciandía con su quehacer de décadas anteriores, incluso, al inicio de su ciclo de su llamada Nueva Abstracción Tropical que históricamente nace posterior a la premonitoria Visita del Museo Tropical de inicios y mediados de la década de los noventa.


Pedro Cabrita Reis y Flavio Garciandia descansando en el proceso de montaje
de sus muestras paralelas en Mai36 Galerie, Zurich, Primavera, 2019

En esta última década Flavio nos ha regalado un proceso de radicalización extrema de valentía pictórica, un proceso de destilación y maduración indiscutible, como si fuésemos testigos de un despojamiento de todo complejo histórico ante la pintura en sí, y ante sí mismo por parte del artista. Ahora -formalmente- ya no homenajea nadie, a pesar de que verbalmente, en sus titulaciones, sí lo hace. Esas verbalidades que hacen de su Abstracción un territorio narrativo, cargado de sarcástica imaginación e inteligencia crítica.
Ahora su pintura de Flavio trata. Ahora éste es un Flavio en su estado más puro, sólo que no es puro sino pura impureza, promiscuidad, delicada y gozosa bacanal de los sentidos, divertimento estético, libertad personal llevada al extremo.
Si bien a inicios del milenio, Flavio desarrolló un trabajo apologético de la Abstracción Cubana Pre-Revolución (sobre todo al Grupo de los Once), el cual nos regaló una paleta terrosa, cálida, agria, para nada plasticosa, sino lo contrario, telúricamente sucia, donde Garciandía todavía rendía cuentas en su posición ante la Historia del Arte Cubano frente al paradigma artístico americano y europeo; a continuación su gama cromática y su metodología artística dio dos giros radicales que lo han llevado a donde ahora se encuentra. Uno hacia la electrizante paleta industrial acrílica Post-Auge y Decadencia del Arte Cubano, su pieza cúspide en el este sentido del milenio en el que pone en duda la capacidad del propio arte de hablar de sí mismo, cuestionando las lindes de discurso, discursividad y la experiencia estética del arte como cosa en si, performatizándola, haciéndola efímera, mero documento, casi anécdota; y otro, hacia la gama rosácea, traslúcida, ex–acuosa, insistente en dejar la huella de que el agua (o cualquier fluido) estuvo allí, que ahora nos toca.


Cecilia, 2018
Mixta sobre tela
Cortesía Mai36 Galerie

Esta última la visualizo como el proceso de destilación de un rozamiento. Y digo, rozamiento, caricia, leve pellizco, por su apastelamiento, su tono apagado, cárnico. Infraleve casi, diría algún devoto de Duchamp o de Paz y su Apariencia desnuda. He aquí la desnudez en un close-up extremo, un acercamiento microscópico, donde toda estructura de la carne se hace célula, líquido, agua, sudor, saliva, semen, hilillos sanguinolentos de algún coagulo roto, orina, detritus escatológico. Registro casi científico de una existencia. Flavio después de su obra más performática, en la que hablaba de los otros y sus ausencias, sus filias y fobias, se ha vuelto un artista que sólo en torno a sus obsesiones indaga. Muchas de ellas acompañadas en susurro de sus admiraciones y sus detracciones, pero donde el elemento cuerpo, sus medidas, su carnalidad y su temporalidad, consciente de que todo cuerpo es un estado temporal que se oxida, se deteriora, se erosiona, se transforma, son el medio para que fluyan. Así como fluye la pintura y la tinta sobre la tela y el papel.
Obras éstas donde el dibujo -antes escondido como trama oculta, fantasmal estructura interna- comienza a reinventar las actuales subtramas de nuestro subconsciente tropical, nuestra libidinosa imaginación y nuestra memoria, para ahí quedarnos pasmados, saturados de sutilezas. Erizados como cuando una voz sensual te susurra al oído. Y cierras los ojos, para poder ver mejor.
Un giro que si bien es cierto lo distancia de sus deudores paradigmáticos, lo conecta mucho más a tono con el quehacer de artistas mujeres cercanas a su generación como la norteamericana Amy Sillman o la alemana-holandesa Charlie von Heyl, con quienes comparte el amor al dibujo y a las posibilidades de la pintura expandida, ese gesto instalativo e invasor que practica desde mediados de la década de los ochenta, y que a día de hoy desarrolla en la naturaleza de manera burlona en esos diálogos desafiantes de Flavio con Sol Lewitt, en los que Garciandía termina carnalizándolo, haciéndolo otro lugar, mapa para los ojos, nueva frontera del sabor y el saber, otra manera de comprender y hacer la pintura radicalmente diferente a la noción de hacer arte de uno de los padres del minimal art y tocayo del astro rey. Donde aún La última erección de Cy Twombly (2018), está cargada de sutilezas, y decadentes dorados. Donde ese supuesto afeminamiento destrona todo vestigio de Macho Alfa para hacerlo Omega, un viajero lesbiano, como él mismo se proclama.
Adorador de todo lo doméstico, todo lo domesticado que achica su acervo a veloz representación chuchigueresca de un pene, un esfinter, una vulva, un clítoris, un par de labios, un erotismo chinesco, neobarroco, burletero, con ese tono café con leche de quien le importa poco las modas y los modismos de los usos del color, a tal punto que permite desbloquear los metálicos del dorado y el plata pero no para exaltar lo divino o lo industrial (la nueva divinidad) sino para despistarnos, para obligarnos a cercarnos, porque solo de cerca se siente lo que su arte es, jugando con nosotros llevándonos a donde le da su real gana, porque sabe que ya está en casa, un lugar donde libremente anda desnudo, finalmente libre, despojado de todo apego disfrutando de su runrún, su propia retahíla, su arrítmica rumba calladita, en voz baja. Una rumba post-coital. Relajadita.
Esa música que sólo los que saben demasiado pueden interpretar. La música de los irreverentes. La música -casi muda- de los grandes maestros. Otra clase magistral. Un arte mayor en clave menor, que puede que Flavio Garciandía haga sólo para artistas o solo para algunos pocos entendidos. Solo para él y para el arte mismo. Y los que no la sepan ver, quizás no se lo merezcan. O todavía no, quizás mañana.


Imagen de Sala Mai36 Galerie, Zurich, Primavera 2019

Invierno de 2019.
Las Palmas de Gran Canaria, España / Ciudad de México