miércoles, 24 de febrero de 2010

HISTORIAS CRIOLLAS DE UN -negrito- CIMARRÓN [Del Retrato Histórico a Criollo Remix según la obra de Alexis Esquivel]


Alexis Esquivel
Ciudadano del Futuro, 2010
Mixta sobre tela
Cortesía del artista
y Galería La Lisa (Albacete, España)

a Ariel y a Pedro
Ibbae bae en to nu

La obra del artista cubano Alexis Esquivel nace y se desarrolla desde la lógica analítica del Arte de la Vanguardia Cubana de la Generación de los Ochentas, hasta nuestros días; de hecho él mismo comenzó a considerar “su primera obra madura” -a pesar de que fuera todavía “temprana”- las piezas de la serie: “Retratos Históricos” de finales de los ochenta e inicios de los noventa. Hablo aquí de aquella generación artística que fue etiqueta por el crítico y comisario de arte Gerardo Mosquera como el “Nuevo Arte Cubano”, como un fenómeno cultural evidentemente nuevo gracias a que estaba caracterizado por el carácter crítico de la realidad social, la manipulación de la potencialidad de los recursos expresivos de los lenguajes vanguardista del post-minimalismo y el post-povera, la reinterpretación neo-historicista del poder canónico y el saber histórico occidental, y la búsqueda de los cimientos antropológicos de nuestra identidad nacional. Todos estos síntomas pragmáticos combinados, o más bien, batidos como un proceso de sincronización proyectual dentro de la que tuvo vital importancia la política cultural del país, dio una especie de “prototipo de Arte Cubano” del cual tenemos “ejemplares” casi únicos de artistas como José Bedia, Alexis Leyva (más conocido a escala internacional como Kcho), o Carlos Garaicoa. Artistas además muy conectados igualmente con el fenómeno de “bienalización de la cultura occidental” de los últimos veinte años; entre otros detalles programáticos, debido a la “función-escaparate” de la propia Bienal de La Habana, fundada en 1984, y a la cobertura que la misma ofrece como “paraguas protector” del Arte Cubano Actual dentro del contexto internacional.

Inmerso en ese marco o territorio coyuntural, Alexis Esquivel -desde que lo conozco- ha esgrimido una estrategia artística de deslegitimación del discurso del poder; es decir, desde siempre, ha sido un disidente, un bocón, un artista de una crudeza crítica incómoda, molesta, incordiante; quizás porque establece como “sistema vital”, la marginal y/o periférica “lógica del cimarrón”.

En este sentido, tal vez la figura-personaje-arquetipo del “cimarrón” debería de ser estudiada de manera más concienzuda en nuestra cultura; ya que la misma encarna la fuerza renovadora de la desidia y la valentía rebelde de la negación tácita de la esclavitud civilizatoria del yugo colonial de Occidente, mientras escoge “evadirse” de su claustrofóbico destino impuesto en una práctica tangencial de escape del progresionismo . Es decir, disiente con una alternativa vitalista que lo redefine en tanto se redefine su hábitat y status social, des-socializándose, o mejor dicho, des-jerarquizando su status esclavizado en un status de “hombre libre”; y en ese gesto de desarraigo doble (primero sufrió un desarraigo desnaturalizado de su tierra natal, por la transmigratoria “trata negrera”) es el que le aporta, la libertad.

La libertad de Alexis no se ha limitado -entonces- a los temas que trata desde una óptica cuestionadora de su presente, sino también, por su filoso perfil cuestionador de su pasado. El pasado lo libera . En esta dirección, Esquivel es un artista que se adentra en el discurso de la historia -como poder- desde la pericia de un investigador jurídico, como si intentara “hacer justicia histórica” en aquellas aproximaciones en las que ahonda, desde el carisma desacralizador y polisémico del Arte Contemporáneo. Es así como reformula fábulas y leyendas históricas trasmitidas oralmente en obras de un hermético sentido narrativo. O más que hermético, misterioso y codificado, o misterioso por codificado, para ser más precisos.

Llegados a este punto, creemos que la obra de Alexis Esquivel se divide en cuatro etapas, en lo adelante enumeradas.

1.- Retratos Históricos, formada por un conjunto de cerca de una treintena de obras dedicadas a escudriñar en las fragilidades y vulnebilidades de las figuras de la Historia, de finales de 1988-89 hasta la primera mitad de los 90s, cerca de 1995; de esta etapa destacan: Retrato del Ché Guevara, de 1990, Retrato de Camilo Cienfuegos dormido, de 1992, De izquierda a derecha con pancartas, de 1993, El otro viaje de la libertad (Retrato de Pablo Escobar), y La adoración de Los Reyes Magos, ambos de 1995.

2.- Retruécanos Histéricos, de mediados de los 90s, cercana a 1996, año en el que pintó posiblemente el último “retrato histórico”, hablo de Picnic Nacional, hasta el inicio del nuevo milenio, el año 2000; en la que desarrolla una obra esquiva, algo neurótica y multiforme donde comienza a emplearse en instalaciones, performance y obras objetuales, una obra poliédrica que se distancia del facilismo y denosta cierta fatalidad, o amargura , como un extraño dolor existencialista que casualmente también insinúa de modo más reivindicativo sus primeras preocupaciones raciales. De esta etapa destacan: Cuatro maneras de cómo alisar el cabello, de 1996-1997, El día de la independencia, de 1998 -un obra autocitatoria-, la rotunda Autopsia, 1999, o La soga maravillosa, de 1999-2001.

3.- Rehaciendo mapas, iniciada en el nuevo milenio hasta la actualidad, esta es una etapa paralela, o una etapa secundaria deberíamos decir en la Esquivel desde que comenzó a trabajarla no ha abandonado; en la que encontramos obras más interactivas, más relacionales, dijeran algunos colegas críticos, como Anquilosauro y Metropía del año 2003, o entre las que estaría incluida su instalación inédita: Árbol Genealógico, 2005.

4.- Criollo Remix y Nuevas Derivas del Mulato, iniciada en el año 2003, pero que tiene como precedentes primeros a la temprana Black Power (Retrato de Malcom X y Coltrane), de 1988-1989, y Autopsia de 1999, o en la performance Acción Afirmativa de 2003; en esta serie Alexis ahonda de manera directa y obvia en los designios de una cultura tropicalesca fabricada para el turista, es decir, en una cultura pseudos-liberada que para el neo-colono se disfraza. Entre las que destacan: Clase de Rumba, Rumba de clases, de 2003, Emigrante de todos os países unios, de 2004, la versión pictórica de Árbol Genealógico, del 2008, o la más reciente Ríe negro, que ganaste, del 2009.

Podríamos decir, así abiertamente que con esta serie, Alexis regresa al Carnaval más bajtiano, vacunado de Lezama, Carpentier y Sarduy. Recuperando así, la frescura que antes caracterizaba la solidez de su trabajo, mientras desentraña problemáticas comunes a las sociedades mestizas trasatlánticas donde lo afroamericano tiene lugar.

Sólo que en esta última etapa, en la que el artista trabaja actualmente, se combinan los procesos acumulativos de sus investigaciones tanto formales como conceptuales.

La obra de Esquivel se nos vislumbra como una “obra sedentaria”, pero no porque el artista sea vago, sino porque es una obra que se solidifica en tanto se yuxtapone una sobre otra, es una obra de acumulaciones reflexivas sobre el proceso de sedimento y/o formación de la cultura al la que el artista pertenece y en la que el artista convive e interactúa. Es una obra que necesita la pátina del tiempo para que vislumbremos su clarividencia.

Una clarividencia cargada de cierto deje erudito, como bañado de un saber que lo acuna. Será porque es la pintura, la más antigua de todas las Artes (visuales) quien lo salva. Es así, en la Pintura donde Alexis halla su redención, donde dosifica los enunciados de un lenguaje que se manifiesta evolutivamente signado por influencias de artistas como Komar & Melanid, Jörg Immerdorff, Jonathan Borosky, o artistas más próximos al contexto cubano como Luis Cruz Azaceta, Ciro Quintana, Glexis Novoa, o unos de sus mejores amigos y cómplices Pedro Álvarez [e.p.d.], quien le habló por primera vez de Mark Tansey; de quienes heredó la frescura de una Pintura expresiva, veloz, algo grotesca pero inteligente, siempre inteligente; una Pintura que luego -sobre todo tras sus viajes a los Estados Unidos y más que nada a New York, New Jersey y la Costa Oeste, donde conoció la cultura chicana, y el neo-pop californiano- evolucionó hacia una mentalidad o estructura más collage, mucho más próxima quizás a Ray Smith, Manuel Ocampo, Juan Carlos Quintana, o Arturo Duclós; una Pintura más mestiza (quien sabe si más a tono con su mulata piel), una Pintura más procesual, menos directa y analógica, una Pintura más lenta, más -como ya dijimos- “sedimentaria”, densa, algo neobarroca en el despliegue de sus dobleces ocultos, misteriosa -como ya dijimos-; pero su misterio no arremete, no agrede, seduce.

En cambio, la conexión con esa “manera de entender el acto pictórico procesualmente”, también ubica a Alexis en una analítica tendencia revisionista del gesto pictórico, mientras habla de problemáticas identitarias que lo conectan con artistas muy de moda en la rabiosa actualidad como Mickelene Thomas (y sus eróticas bellezas femeninas afroamericanas), o Conrad Botes (y sus dibujos relatadores de un anecdotario racial sudafricano); ambos como Esquivel creadores de una “mitología ancestral africanista marcada por la sangre”; un obra que bien podría ser la respuesta a otro gran artista cubano, que ha desplegado en los últimos años una mitología del exilio -quizás “algo blanquificada”-; hablo de Enrique Martínez Celaya.

A fin de cuentas, cada palabra mía sólo será un idea alrededor de un imaginario que me sobrepasa, así que puedo apostar lo quiera en lo que diga; esa es la libertad de este cimarrón -quien escribe-, ante la libertad de este liberto susurrante que desde cierta actitud chulesca, me recuerda diariamente el sentido de hacer lo que hacemos. Eso… lo que decía, sólo ideas. Por suerte, pensar nos libera. ¿Esperemos?

Granada, España
Diciembre, 2009.

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