domingo, 3 de agosto de 2008

ANTÍDOTOS DE JAVIER VELASCO…



o de cuando el Arte se considera un paliativo contra el dolor



a Isma

No sé exactamente cuál es la razón de su origen pero desde que conozco la obra del prolífero creador español Javier Velasco, nacido en la Línea de la Concepción, en Cádiz, en el año 1963; tengo la sensación que ella se refiere de alguna u otra manera a una especie de estudio muy pormenorizado y meticuloso de la presencia del dolor en nuestras vidas cotidianas.

Por un lado, entiendo el sentido melodramático de la ideología católica y su filosofía acerca del Martirio de Cristo, y cómo debemos convivir con ese dolor en nuestras vidas. Un dolor ajeno, que nos es legado como pago de nuestra deuda de gratitud por la infamia de haber asesinado al Hijo de Dios. Eso, me queda claro para cualquier andaluz, donde el Culto Católico, la Semana Santa y las Cofradías Religiosas imperan; pero cómo y por qué a Javier le preocupa constantemente el sentido de la existencia a partir de la medida de nuestro sufrimiento en ella, es lo que se me torna un misterio.

A veces creo que ha estado muy influenciado por el flujo literario de la Post-Guerra de autores como Cioran o Beckett, o por el impacto de un pesimismo absorbente de una sociedad en decadencia neta, una sociedad herida, todavía cicatrizando de su dolor, de su violencia reprimida. Otras simplemente creo que es una manera de exorcizar sus fantasmas individuales y -de paso- convertirse en un espejo de lo social.

En esta dirección, la soledad, el llanto, la lágrima, el fetiche, y el fluido de nuestras conciencias como si fuesen elementos simbólicos de un alto sentido de contrastes (Dentro/Fuera), son manifestaciones claras de ese dolor humano que Velasco refleja en sus videos, en sus instalaciones, en sus fotografías, en sus objetos y dibujos; como si nos hablara de dos tipos de dolor. Uno el personal, y otro el de la especie, o sea: el del género humano. En cambio, lo interesante en este sentido es que cuando ese dolor es -digamos- “socializado” Javier siempre lo tamiza por la mirada de una experiencia personal, por el velo íntimo de las elecciones de un solo individuo; como si en su obra brillase de forma soterrada una especie de luz sanadora que nos recuerda cierta conducta ética hacia la convivencia, cierta humildad hacia el Otro; allí en la elección personal pone el dedo en la llaga, y habla de lo que duele elegir, tener la valentía de hacerlo, y asumir con coraje las consecuencias de nuestras elecciones.

Por ello, es natural estremecernos ante cualquiera de sus creaciones, es habitual porque de algo nuestro, de algo cotidianamente nuestro nos habla: nos habla del dolor.

Eso sí, el acto mismo de apreciar sus obras puede que empiece a servirnos de antídoto para curar el veneno de nuestras penas, ante el reconocimiento de las mismas. O al menos, esa es la esperanza del artista, y la nuestra.

Omar-Pascual Castillo
Granada, España
Julio de 2008.

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