PRIMERA REVANCHA
(algunas narraciones -incompletas- sobre el Arte Cubano
Actual)
Proyecto que ocurrió en el Stand de GEGaleria
en PINTA MIAMI FAIR ART, Diciembre de 2016
Pudiéramos
decir que el método cubano
de
trabajo intelectual es la suma de poquedades.
José Lezama Lima
Interrogando
a Lezama,
Editorial Casa de las Américas,
La Habana, Cuba, 1970
Después de los
procesos históricos acaecidos el 1 de Enero de 1959 en Cuba, esa pequeña isla
tropical del Caribe, el mundo cambió. Como dice el saber popular: “Le guste a
quien le guste o le pese a quien le pese”, estemos a favor o en contra del
proceso histórico que se ha dado en llamar la Revolución Cubana ha cambiado la Historia de Occidente, esto hay
que reconocerlo. Quizás condicionándolo hacia una binariedad antes soslayada,
permeada aún por la resaca de la Paz Mundial de la Segunda Gran Guerra, y el
Telón de Acero y/o la Cortina de Humo, entre el capitalismo tardío europeo
americano y el nuevo bloque de países del Este apoyados por la URSS. Pues como
es lógico si este proceso histórico cambió Occidente, internamente en el territorio
nacional cubano el cambio fue radical, de cuajo como todo cambio que pretende
ser revolucionario. Por ello la necesidad de autentificación del propio proceso
conllevó a una binarización absoluta de conmigo y/o contra mi, de “dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, nada”
[1]; una polaridad que anuló todo sesgo del
pasado burgués de la incipiente cultura nacional, silenciándola hacia un
obscuro ostracismo, y apoyándose en la obviedad de la narratividad realista de
lo fotográfico o el ingenuo primitivismo guajiro. Que ocasionó el movimiento
del guajirismo.[2]
Como dice
nuestra querida Lillliana Ramos-Collado: “La naturaleza es prosaista, es
literal, es obvia. Un árbol es un árbol, una montaña es una montaña y nada más.
La ciudad es poética, es una metáfora lingüística donde la representación
ficcional reina.”[3] De
ahí que el arte citadino haya tenido derroteros abstractos no solo el espíritu
de época de la Post-Guerra, igual al ideal de la Nueva Vanguardia.
Resumiendo casi
demasiado, treinta años después de este proceso, tras crearse el Instituto
Superior de Arte y la Escuela Nacional de Arte, así como un sistema de escuelas
vocacionales municipales y provinciales, Cuba se estaba rehaciendo
culturalmente; mientras gran parte de sus agentes culturales se dividía en la
dicotomía de “quedarse o irse del país”. Pues ya en las primeras semanas de 1959
se exilian definitivamente hacia España, México y los Estados Unidos de América
gran número de intelectuales y artistas. Sin embargo, podría decirse que esos
procesos no tuvieron sus verdaderos primeros protagonistas hasta dos o tres
décadas después, como también ocurrió dentro de la Isla.
Luis Cruz Azaceta
Desde mi punto
de vista, no es hasta que aparecen en la palestra pública figuras como Ana
Mendieta, Luis Cruz Azaceta, Abelardo Morell, Tony Labat, Manuel Pardo o Julio
Larraz, que el Arte Cubano del Exilio toma voz[4].
Dentro de la Isla, el grupo de Volumen I, y las posteriores formaciones de
Hexágono, Provisional, 4X4, Puré o Arte Calle, entre otros, activaron el
panorama insular de un “Renacimiento”, que algunos críticos como Gerardo
Mosquera enunciaron como un futuro verdaderamente mejor, por su competitividad,
su solidez o el coraje de su voluntad crítica, donde lo culto y lo vernacular,
lo político y lo social, lo histórico y lo íntimo, iban de la mano.
Fue de este
modo, cuando en la década de los ochentas dentro y fuera de la Isla fue
convulsa y dadora de nombres que apostaron por inscribirse dentro de una
vertiente que re-evaluaba la cultura nacional como el bastión de su condición
de artista, donde los macrorelatos del héroe, el erotismo, la Gran Pintura
Moderna o el deseo y el erotismo tropical, rondaban en una angustia existencial que se sazonaba con nuestro habitual choteo, sentido del humor y picaresca, con tal de sobrevivir a su patética ansiedad
histórica.
“El dilema [el
de este Nuevo prototipo de Arte Cubano] se plantea de la siguiente forma:
conservar una actitud experimental obteniendo beneficios económicos; mantener
una postura reflexiva y ser asumido por el mainstream.”[5] Ante la duda, este
Nuevo Arte Cubano eligió el mainstream, quizás porque justamente el
propio mainstream esperó de este
proceso secuelas de su sentido crítico, desde la óptica de una supuesta
izquierda crítica, herencias de una tipología de “arte etnográfico” (el cual Hal
Foster en El retorno de lo Real
explica claramente en su ensayo homólogo pero con paralelos casos neoyorquinos)
y revelaciones de tipo irreverente desde el punto de vista estético, de corte
post-moderno, desde el punto de vista ideo-estético.
Marta Mª Pérez Bravo
Así bien,
llegado a este punto si nos adentramos en caminos de corte antropológico, instigados
por los textos de Claude Levi-Strauss, Clifford Geertz o Nelly Richard sobre
los post-modernos “usos de la (periférica) diferencia” con resultados de gran
brillantez estética como lo aporta la obra de José Bedia, Marta María Pérez
Bravo (ambos más cercanos a los mestizos saberes afrocubanos) o Ernesto Pujol
(más preocupado por el legado judío-cristiano), donde la espiritualidad
religiosa y la fe son de una rotundidad absoluta; se abrió paso a que el saber
popular dicharachero de lo vernacular tuviese cabida con resultados tan jocosos
y excelentes como el neo-expresionismo de Tomas Esson, contrario al dramatismo
visceral que Azaceta hace del lenguaje expresionista -al menos en sus tempranas
obras-, o de apariencia “enfriado” como el aséptico relato mitológico de Enrique
Martínez Celaya, así como enfriadas están las obras de JMPozo y Maykel Linares,
quienes parecen emular la pintura alemana la Escuela de Leipzig, pero más bien continúan los senderos marcados
por el maestro Flavio Garciandía, quien fue el primero en dialogar de manera des-acomplejada
con las nuevas tendencias pictóricas occidentales desde el desenfado y el
descaro, desde la verbigracia de quien se está burlando de todo. Algo innato
tal vez en lo cubano que otros repudian y se adentran en una teatralidad dramática
como lo hace el intimismo de Carlos R. Cárdena, o la solemnidad neo-historicista
de Alejandro Aguilera, Geandy Pavon y Alexis Esquivel, un discurso historicista
que nuevamente es puesto en jaque cuando se trivializa, se hace mofa de su
carácter panfletario y se convierte en anecdotario sexual en la obra del
virtuoso Ariel Cabrera.
Ariel Cabrera
O el virtuosismo del deseo de Segundo Planes, así como
la congelada frivolidad escenográfica del espacio arquitectónico de los centros
de poder económico de la gran ciudad, otra vez, de Ofill Echavarria.
Flavio Garciandía
Puede que la
Cultura Visual Cubana, sea finalmente, esto que el maestro José Lezama Lima ha
argumentado como un signo metódico nacional de poquedades y no una oleada
generacional como pretenden hacer ver algunos críticos y curadores del arte
desde hace más de tres décadas a nuestros días. [6]
Tal vez, una
suma de poquedades arrastrada por el oleaje de las condicionantes de grandes
mandatarios de dentro y fuera de la Isla, siempre pendientes de nuestras existencias
pueriles, haciéndolas ahora transcendentes, importantes para su juego de
ajedrez histórico. De ahí mi intención en revisar el neo-historicismo soterrado
es estas poéticas en medio del marasmo de estereotipos, por su desidia historicista.
Prefiriendo contar sus relatos en voz baja, no a gritos. Como si huyeran del
estigma de lo que se espera de nosotros siendo nosotros desde un modélico
sentido autocrítico, no desde un espejismo, no desde una representación otrora,
no desde una máscara, sino desde la frontalidad de quien es capaz de hablarte
en voz baja de sus taras y traumas, sus dolores y carencias; pero riéndose de
ellos, haciéndolos anécdotas de un viaje sin fin. De ahí su optimismo. De ahí
su nueva esperanza, la esperanza redentora de quien regresa preparado.
Maykel Linares / JMPozo
Puede que ahí
Lezama, como en casi todo, sea el portador -y por ende el mensajero- de una
verdad ineludible. Somos entes sumatorios de poquedades, entes inclusivistas,
acostumbrados a recibir lo que venga de fuera como todo isleño, de hecho hasta
nuestros estigmatizados cultos afro-trasatlánticos son sincréticos, es decir:
una vez más sumatorios, acumulativos.
No son procesos
de destilación e higiene social, como nuestro elixir alcohólico preferido, el
Ron, sino son procesos de acumulación y fermentación más cercanos a la bebida
alcohólica que mejor nos sienta, la cerveza. Una bebida importada, europea,
proveniente de un grano (el trigo que en nuestra isla ni se cultiva), hija de
la cebada que en Cuba se toma muy fría, casi congelada. Como congelado está el
algoritmo estético de aquellos artistas cubanos que han aprendido a observarse
en diálogo con el mundo, en una conversación dialéctica con nuestro contexto
internacional.
Alejandro Aguilera
Donde la
usurpación de otros modismos es más que usurpación, acomodo, supervivencia
dialógica que reubica al sujeto en un contexto que no es sólo suyo, sino de un
nosotros, un nosotros donde las poquedades sí importan y cada una de ellas
tiene su propia resonancia, el timbre de una orquestación que hace al planeta
sonar como una orquesta universalista. Una orquesta visual, donde el arte
cubano aporta su micro-historia, la historia de quien viene con ansias de
comérselo todo, y para poder hacerlo irá devorando poco a poco, el pastel del
mercado mundial, hasta ocupar su verdadero lugar en él, como invitado de honor.
Preparaos, pues
está es únicamente la primera oleada, nuestra primera revancha.
Las Palmas de Gran Canaria, Madrid,
Berlín.
Verano/Otoño de 2016.
[*] Todas las imágenes son cortesía GEGaleria (Mx, Mty, NYC)
[1] Llegó a manifestar FCR
en el famoso y definitorio Discurso a los
Intelectuales en el temprano Junio de 1961.
[2] Hay que tener en cuenta
que aquel proceso revolucionario lo generaron los guajiros, nace desde Oriente
y de allí son sus grandes líderes. “War hero” es la terminología sajona dada
por los ocupantes norteamericanos cuando nuestra independencia decimonónica,
que da nombre a estos héroes de guerra y a la vez hombres de campo, muchos de
ellos analfabetos, cargados de un odio visceral hacia las normativas del
conocimiento burgués de la gran ciudad, y su imbricada fisionomía abstracta, de
concreto, específicamente, aquella que subyacía en la naturaleza discursiva del
Grupo de los Once.
[3] En una conversación
privada que sostuvimos sobre el Arte Cubano y su relación con cierta tendencia
crítica y otra naturalista del Nuevo Arte de Puerto Rico de la última década,
en San Juan, Octubre de 2016, en la que confrontábamos posibles paralelismos.
[4] A pesar de que
importantísimas figuras como Agustín Cárdenas, Guido LLinás, Agustín Fernández,
Carmen Herrera o Mario Carreño, entre otros, se exiliaron en Francia, España,
Chile o Estados Unidos, sus carreras cayeron en una especie de entropía
silenciosa, muy cerrada a un circuito cerrado de mercado que era más bien
mercadeo cubano del exilio. Justo en esa tierra de nadie que el exilio es. Por
eso tengo la imagen de que “el Exilio Cubano lo inventó Azaceta”, fue él y sus
primeros viajeros en balsas perpetuas -como dijera Iván de la Nuez- quien puso
en nuestras memorias un imaginario de la Isla –y su mapa/balsa- desde lejos,
ratificada por el establishment
neoyorquino.
Antes éramos perdigones
dispersos en un mapa global demasiado preocupado por si entraba en una tercera
guerra mundial para darse cuenta que los cubanos nos estábamos perdiendo entre
ellos.
Medio siglo después, los
cubanos crecidos en ese mapa global son quienes traspasan el mapa simbólico de
lo cubano hacia una dimensión más certera, y pienso en nombres como Teresita
Fernández, Jorge Pardo, Enrique Martínez Celaya o José Parlá, por citar
algunos, cuando digo esto. No en aquellos cubanos crecidos en el régimen castrista
que tras la apertura del mismo han triunfado fuera, donde destacaríamos
únicamente como casos excepcionales a Raúl Cordero (residente en México) y
Diango Hernández (residente en Alemania), quienes quizás por su formación en
Diseño Gráfico se han desmarcado del estigma generacional de lo cubano, de una
manera clara.
Como de igual modo,
artistas que “han regresado a la Isla”, han hallado así una contradictoria y
amarga recompensa de reubicación de sus poéticas, como son los casos atípicos y
aislados de Ernesto Pujol y Eduardo Aparicio.
Aún cuando también hemos
de señalar que dentro de la Isla existe un pequeño grupo de artistas insiliados
que insisten en no irse, como dijera Emilio Ichikawa, que deberíamos de
significar por su extraordinaria valía como Ernesto Leal, Luis Gómez, Lázaro
Saavedra o José Ángel Vincench, para mi las 4 patas de la mesa del
conceptualismo criollo. O esos dos eternos insumisos que son Sandra Ceballos y
Ezequiel Suárez, quienes a pesar de no ser ya una pareja, siguen siendo dos
artistas paradigmáticos dentro de la opción disidente del Nuevo Arte Cubano,
ellos siempre serán dos elementos aglutinantes como su legendario Espacio Aglutinador (ese espacio
alternativo que en la década de los noventa reinventó transversalmente nuestra
memoria visual de un modo inaudito, por democrático y promiscuo), o a jóvenes
creadores como Javier Castro y Leandro Feal que aún sostienen el matiz crítico
son caer en eufemismo estéticos en sus obras.
Sobre esta dicotomía de
tendencias de la resistencia interna y externa hacia nuestra cubanidad, podría
revisarse el proyecto Terapia de Grupo
que curamos para la galería Fernando Pradilla en el año 2008, desde entonces,
no hemos vuelto al Arte Cubano como tema central de un proyecto curatorial, más
si hemos colaborado a que se fraguase -cuando fuimos director del CAAM (2015)-
el revelador proyecto ICONOCRACIA de
Iván de la Nuez, y su monográfico homólogo de Turner Libros.
[5] Espinosa, Magaly: La espada y la cuerda: a 20 años de Volumen
I, en Indagaciones. El Nuevo Arte
Cubano y su estética, página 59, Ediciones Almargen, Bogotá, Colombia,
2003.
[6] En esta dirección, creo
que debe quedar claro que el presente proyecto curatorial es una “primera
tentativa” como bien indica su título, enmarcada además en un contexto
comercial lo cual lo limita a una orientación específica hacia la Pintura, por la
especificidad del mercado según la galería que lo gesta; pero no obstante no
por ello, menos digna que otros intentos actuales de poner en el mapa el Arte
Cubano de hoy de dentro y/o fuera de la Isla, dentro del mercado del arte y el
discurso institucional. Pues en la actualidad después de las negociaciones
diplomáticas de normalización de la relaciones Cubano Estadounidense, tras más
de medio siglo de hostilidad y polarización y bloqueo, parece que todo fluye
hacia otra nueva regularización, de giro radical, favorable para ambos países,
situación que puede ser beneficioso fundamentalmente para Cuba teniendo en
cuenta que sigue siendo EUA el país que más repercute en las decisiones
comerciales de Occidente, dicha
regularización puede hacer peso en una oleada de modismo que recoloque a Cuba
en el ojo del huracán del mercado; en este sentido es nuestro trabajo hacer que
no sólo se beneficien de esa observación trending
hacia los residentes dentro de la Isla, sino también hacia allí donde esté un
cubano. Sobre este tema puede leerse un articulo publicado en El País el 21 diciembre
del año pasado, bajo el titulo: El arte y la
doctrina Adentro/Afuera.
Así mismo, debo decir que este proyecto no
pretende convertirse en una topología genealógica del Arte Cubano Actual
algo muy típico en nuestras curadurías colectivas, que tratan de ser
enciclopédicas, sino más bien es un cuaderno de bitácora hacia aquellas
narrativas que me parecen más “fuera de ese foco de atención”, justamente por
su anacronismo, su no normalización de lo que se espera de “lo cubano” según
nuestra mitología nacional.
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