FUGA (…THINKING A NUMBER)
Aproximaciones
inexactas -como todo aquello que no sea científicamente demostrado como
algoritmo matemático- a la obra reciente de Laura González Cabrera
Vista de la muestra personal de Laura Gonzalez, UNLERSERLICH (ilegible) en NovaInvaliden, Berlin
a
Alejandro Vitaubet
tu
primer avalista
Así, la
problemática (…) comienza en el momento en el que se “toma conciencia de lo que
está muerto”, como apuntaba Roland Barthes, y en la decisión de hacer o no su
duelo.
Nicolas Bourriaud
Formas de vida
a Anni
Albers
porque
quizás a su paso por Canarias
dejó en
las islas, aquí -extraviado-
un
fragmento de su espíritu.
1.-
Pintar, a día de
hoy, en pleno siglo XXI, he dicho en innumerables ocasiones que es un ejercicio
de resistencia, un acto de rebeldía, un posicionamiento insumiso en medio de la
velocidad facilista del precario (accidentado y vago) objetualismo post-ready made del arte relacional,
procesual y/o post-conceptual. O el atropello del universo de las imágenes que
nos invaden diariamente.
En
cambio, a día de hoy, igualmente tomar el lenguaje pictórico como herramienta
fundamental desde la que articular un quehacer artístico, es apostar por una
operatividad post-conceptual, pues finalmente se ha logrado visualizar como episteme el legado de Da Vinci y Picasso
cuando ambos afirman que “Pintar es una cosa mental”, lo cual después del
conceptualismo podríamos ratificarlo como que “Pintar es una traducción -de
manera fundamentalmente artesanal e individual- de algunas de nuestras ideas”.
2.-
Y en definitivas
también es apostar por instrumentar un sistema lingüístico que debe convivir y
de alguna manera dialogar, debatir o contrastarse con y a veces contra un
universo operacional post-imagen, o como
afirmase Don José Luis Brea “post-medial”, un término el cual puede que esté
mucho más acorde con el contexto de virtualidad, vidrioso despliegue óptico y
de planísimas representaciones táctiles (o de pantallas) en el que nos movemos
actualmente.
Pintar
implica de antemano así, estas dos disyuntivas, a la que se le suma una
tercera. Es el medio expresivo por excelencia, el más natural podría decirse,
de la visualidad desde hace más de tres milenios, desde las primerísimas
manifestaciones pictóricas pre-históricas hasta hace tan solo poco más de un
siglo, cuando la fotografía, el cine y los nuevos medios audiovisuales han
entrado a jugar un rol de protagonistas corales en el desarrollo de nuestra
cultura. Por tanto, su tradición, pesa. Quizás demasiado.
En
la vida contemporánea así mismo la Pintura es un ejercicio de resistencia
porque el desarrollo de estas mismas tecnologías de la imagen (y la imagen en movimiento diría Deleuze) ha
llegado a un punto en el cual nos hallamos en una situación post-fotográfica
-como dijera Joan Fontcuberta- por cómo los nuevos dispositivos de la imagen
generan un vertiginoso flujo de imaginarios desproporcionado, imposible de
inventariar, archivar, analizar, consumir, disfrutar o experimentarlos como
saber, como banco fluido de datos visuales con el que establecer un nexo, un
vinculo alguno; donde lo fotográfico que culminaba en un objeto planimétrico de
extraño realismo fragmentado (un realismo paralítico de lo real) ha sido
desplazado por el devenir de un imaginario, de una narrativa que deja de ser
relato para ser anecdotario, laminario veloz que no relata nada, sino tartamudea,
flashea fogonazos, ficciona una
triple ficción propositiva, que ya no es memoria, sino es una futurible
mentira.
Entonces
pintar es -metafóricamente hablando- “echar un freno de mano o dar un volantazo”
para salirse o salirnos de este devastador tsunami
e imparable fluido de idioteces narcisistas, tardío-adolescentes y lumpenizados, para exigir detenernos.
Vista de la muestra personal de Laura Gonzalez, UNLERSERLICH (ilegible) en NovaInvaliden, Berlin
3.-
Laura González
Cabrera (Las Palmas de Gran Canaria, España, 1976) es consciente de ello, y quizás
por ello, asume la Pintura como su lenguaje por naturaleza y/o fundamental. Sin
necesidad de que esta decisión vital implique caer en la llamada “Technofobia”,
la cual algunos artistas enarbolan enraizados en el “Maximalismo” pictórico,
para discutirle un lugar disonante a la pintura narrativa, donde destacan figuras
tan mediáticas como Oscar Murillo (según el mercado “el mejor heredero de
Basquiat y Schnabel”, digo el mercado porque el fenómeno Murillo me parece un
caso de mera mercadotecnia sin el beneplácito de la crítica), o el vitoriado Rashib
Johnson y su enfático trabajo en torno a la crítica herencia decolonial de la
cultura afrotrasatlántica, o el misterioso y cambiante Ángel Otero y sus
decapaciones que advierten el hecho pictórico como un ficcional ejercicio de
arqueología.
Todos,
enemigos de las imágenes estereotipadas, todos, renuentes a narrar simplemente
la obviedad de las cosas.
Laura
-en este sentido- se vuelve críptica. Se nos esconde. Encuentra en el
ocultamiento de datos (o palabras) la mejor de sus estrategias para distraer la
mirada con la seducción de lo que parece
un juego de crucigramas y es simplemente una construcción poética,
transliteral.
4.-
Sabedora de que todo conocimiento (o saber) de
interés y/o relevancia se mantiene en secreto mínimo por un corto periodo de
tiempo, porque el conocimiento es poder. Sólo que cuando se instaura como
“poder totalitario” es su propio enemigo. Y que el arte realizado por mujeres
ha vivido durante siglos ese “totalitarismo”, y contra él, desde entonces,
trabaja, en muchos casos de manera no beligerante, sino simplemente disidente.
Laura es un ejemplo de artista que desde hace más de una década argumenta su
trabajo en torno a la investigación de los usos de sistemas cifrados y
encriptados, obra que culmina procesualmente en una especie de “abstracta
pintura textual”, donde texto, palabra, escritura y color se unen en una
experiencia estética combinada.
Heredera de los primeros
experimentos Bauhaus, el Situacionismo y la pintura post-conceptual, que ya hemos
mencionado, Laura GC se adentra en el hecho pictórico desde la escritura verbal
y dota a la escritura de un nuevo sentido: el cromático, donde su sistema
aritmético-matemático nos recuerda los inicios de los cálculos binarios de la
informática más rudimentaria, o sus rítmicos espacios cuadriculados nos evocan
a la infancia, o la importancia del tacto, el roce de la pincelada, su
materialidad, su manufactura, su erotismo. Un erotismo que en cuanto a lo
textual se desnuda como poesía visual. Una poética que la artista desarrolla a
través la pintura mural, la pintura sobre tela o el dibujo y la acuarela…
expandidos, o lo contrario, como foco de contracción hecho enigma. Se hace
ilegible misterio, secreto revelado… pero solo a medias.
Montaje de la muestra FUGA de LGC en la FCDP, Las Palmas de Gran Canaria
5.-
Ese camino
enigmático la conectan mucho más con creadores escriturales y abstractos que
reinventan la Nueva Abstracción desde una dialógica investigación en y con la
escritura como Christopher Woolf -el gran amanuense con manía de grandeza-, o
el poético artista suizo Remy Zaugg y sus sutiles textos pintados en relación
con el status del arte y sus diatribas; o ella -LGC-, mucho más cercana a la
delicada Amy Sillman y a su modo de comprender la pintura como un campo
expandido que puede mezclarse con el sentido expositivo de la instalación, y
donde la degradación cromática marca un ritmo orquestal, casi sinfónico. Ambas (Amy
y Laura) muy envolventes y abstraídas de las referencialidades obscenas de lo
real. Ambas más cercanas a Giorgia O´Keefer -por su trazo sensual y su cromatismo-
que a Sol LeWitt. A pesar de que LeWitt a Laura le fascina.
No
sé exactamente por qué razón -nunca lo he hablado con Laura- con Amy Sillman
coincide con “cierta paleta cromática” que a ambas artistas le interesa, donde
los edulcorados y dulces colores pasteles conviven con la crudeza de los
colores ácidos, como si en ambas el sabor agridulce de la realidad, quisieran
que estuviese presente como paradigma de belleza de la luz, es decir, del
color.[1]
Su
clarividente, cambiante y sumatoria obra Opus
I y II, 2010-14,[2]
así demuestra esta obsesión de la artista por llevar la música a un estado
visual, sin pretender ser ilustrativa, ni obvia, sino… rítmica, vibrante como
la reverberación de una cuerda contra su instrumento o una nota sostenida en el
aire. Este anhelo musical se percibe claramente en la cadencia cromática de sus
oscilantes obras donde la vibración del color se hace latente, determinante.
Además del
propio desplazamiento en “Preludio y Fuga”
que sus títulos indican, así como las referencias de la artista hace a
canciones de la cultura popular, breves serenatas u otras obras musicales[3].
6.-
Y en esta
profundidad de apariencia operística, musical o cientificista, al menos
matemáticamente hablando, en su afán aritmético, hace que Laura evite el tan de
moda y vacío: Formalismo Zombie, como lo etiquetó Walter Robinson. Del quienes Jerry Salz en su artículo:
Zombies on the Walls: Why Does So Much New Abstraction Look the Same?, dijo que era tan previsibles que sus
formatos eran fundamentalmente verticales […] “hecho a medida para la
distribución digital instantánea y la visualización a través de jpg en dispositivos portátiles. Se ve
casi lo mismo en persona como lo hace en iPhone,
iPad, Twitter, Tumblr, Pinterest y Instagram”[4].
Esta tendencia de la Nueva Pintura Abstracta -fundamentalmente occidental o
para ser más específicos norteamericana- donde el formalismo maquinal sobrepasa
levemente el nivel cero del rigor voluntarioso del buen hacer, para dedicarse a
juguetear con las formas de una desmemoriada o amnésica maquinalidad facilona “pre-post-moderna”[5],
lo que en el discurso crítico llamamos derivaciones y/o variaciones del tema y
que prefiero nombrar como “ejercicios de clases”; donde creadores como Lucian
Smith, Dan Colen, Christian Rosa, Jacob Kassay, Mary Weatherford o Joe Bradley
imperan como estrellas de Rock & Roll.
Laura
se escapa de esta nomenclatura y puede que se acerque más a la de Abstracción
Narrativa, un camino a donde llegan artistas justamente no occidentales como la
pakistaní Shahzia Sikander,y
sus relatos visuales no-figurales de su visión (post-islámica) del universo la
cual se hace animaciones videográficas, o como el cubano-mexicano Flavio
Garciandía que hace una pintura neo-historicista, citatoria, apologética. Con
quienes Laura se relaciona porque ella se apoya en un elemento externo a la
pintura para enchufarle nuevos aires (informáticos y sígnicos) a la pintura. Ella
(la artista) no accede a la Abstracción como ejercicio de vagancia, sino justo
lo contrario, como deconstructivo ejercicio de profundidad. Por ello el rol
matemático-aritmético de su “uso del color”, porque accede al hecho pictórico como un
camino irreversible de búsquedas no-figurales.
Ella
asume un comportamiento de indagación cientificista que homenajea a las
primeras mujeres informáticas, porque ellas le ofrecen una línea de liberación
del dogma de la representación, ellas le regalan la trascendencia de lo
efímero, no en balde el británico Richard Wright y sus pinturas fractales, es
uno de sus favoritos.
Ambos,
Laura y Wright, son buscadores de patrones ocultos en las estructuras de la
realidad que la desmaterializan, en el caso del británico hacia una especie de
red invisible de transparencias
animadas, y en el caso de la artista canaria hacia una investigación en
la sucesión de algoritmos musicales escondidos detrás de la textualidad, sea
esta oral o literaria.
Vista del montaje de la muestra FUGA de LGC en la FCDP, Las Palmas de Gran Canaria
7.-
Un camino que se
niega a narrar mientras poetiza, quizás describiendo un constructo que simula
ser prosa poética.
Como
la texturización del espacio como pulsión que respira de Marjorie Welish, otra aritmética. O la búsqueda infinita
de topografías táctiles de Chris Martin. Todos senderos insumisos, a la imagen
y a la Era Post-Internet.
Un
camino de desobediencia, de rebeldía y valentía que en el contexto nacional y más próximo a su
generación la vincula con el galego
Carlos Maciá, quien igualmente desmantela los bordes de StreetArt y Art World (=
institucional), y expande su obra hacia el dibujo, el muro exterior e interior
y una pintura cada vez más escultórica y/u objetual.
No
por gusto cuando comisaríamos ON PAINTING
en el año 2013, Laura González y Vargas Suárez-Universal eran los artistas que
intervinieron juntos, en paralelo, con sendos murales la fachada del museo
anfitrión, pues Rafael VS como Laura se aleja de los superficiales formalismos
académicos y profundiza en el conocimiento astronómico, en la física cuántica y
en las topografías abismales del espacio exterior, mientras cartografía las
arquitecturas que auratiza al pintarlas. Como igual lo hace el
venezolano-londinense Jaime Gili, otro dislocado, otro fuera de grupúsculos o
getthos, otro disidente.
Despliegue
poli-lingüístico, del mural al dibujo, del dibujo al objeto, que Laura
practica, y además que practica cada vez de manera más consciente y acertada.
Como “algo” necesario y reorganizador de su amplio quehacer, como un episteme de reformateo, nunca mejor dicho pensando en “cambiar de formato” (y
lenguaje visual) y el resetear de la
informática.
Aunque
su acercamiento a este despliegue de lenguajes mestizos del dibujo a la pintura
y de la pintura al muro, está mucho más ligado al italiano Giorgio Griffa y su
inmaterialidad expositiva de sus pinturas acuareladas en telas sueltas[6],
que a Ángela de la Cruz, con quien Maciá sí tiene mucho más en común, no sólo
porque ambos sean gallegos sino por ser propenso a esculturizar lo pictórico y
viceversa.
Algo
de lo que Laura, una vez más, se escapa. Refugiándose en la palabra.
Y
también en lo espacial como “gran zona de color”. Emulando a los clásicos. Debatiéndole
a Kosuth su legitimidad para articularnos un universo verbalizante, por no
decir verborreico, sin hacerlo luz, color, “apariencia vestida” (refutando a
Duchamp) como lo hace de un modo mucho más certero Stephen Prina y sus
pinturas-espacio(le)s monocromáticos. Puede que porque González C. pretenda
darle una línea de fuga a esa “palabra pintada”, una escapatoria, o lo
contrario, insista en retenerla, asirla para con nosotros.
Curiosamente
en este texto perversamente estoy siendo binario, como las aritméticas
informáticas que ella homenajea como sistema, oponiendo a Laura más a quienes
se diferencia que a quienes se parece, más de quienes niega que de quienes se
deja influenciar, o contaminar. Más de quienes huye que de con quienes comparte
su espacio, su tiempo y su obra. Sea estas pinturas o palabras. Si os dais
cuenta -estimados lectores- en este texto, ha sido el pretexto de mi
acercamiento al trabajo de González Cabrera, “ubicarla” en un lugar donde ni
ella misma se ubica, “dotarla un contexto” que puede que ni ella misma se
plantee tener, ni lo desee o quiera; y esto puede que ocurra por la confianza
de Laura en su autenticidad, por la confianza que ella tiene en la palabra en
sí. Una confianza casi obsesiva.
8.-
Para mi que soy
fundamentalmente un escritor, un ideólogo, un hombre de ideas, observar en
Laura cómo le otorga esta importancia escurridiza a la palabra en su obra me hace pensar en la posibilidad de que la
artista este proponiendo una especie de nuevo compromiso con la experiencia
artística, como si buscase en el pasado, en un tiempo pasado aquel honorable
don que daba por hecho cualquier juramento en el acto de “Dar la palabra”, pues
“La palabra nunca cae al vacío”, ella es un aval, un peso.
Así
como pesado es el juicio de un crítico, comisario de arte en la recomendación
y/o aval de un artista, como lo hizo Vitaubet con Laura hacia mi; Laura
pretende que creamos que en la Pintura hay esperanza de desarrollar una nueva
experiencia cognitiva, sensorial si a través de la palabra indagamos en ella,
porque la palabra es infinita.
Como
si Laura insistiera en crear y /o adaptarse a un nuevo comportamiento ético con
su obra (y por ende las derivaciones del lenguaje pictórico) como nueva instancia
de la fe. Recordándonos a Brea nuevamente y su ideario donde explicaba el acto
artístico como una nueva cuestión de fe. De infinita devoción.
Si
existe una infinitud de variaciones aritméticas de “caminos de palabra”[7],
todavía hay posibilidades, o mejor: siempre habrá posibilidades. Por tanto,
todavía hay esperanza para un arte que fundamente su accionar en o desde ella,
sea éste -o no- a través de la Pintura. Como si la artista nos dijese, de un
modo mesiánico, en un principio no fue el verbo, sino la palabra, porque ella,
la palabra es mujer, la voz en femenino de toda creación que reverbera entre
nosotros. Y si esta palabra está pintada, es gracias a ser tocada por la mano (y al delicado trazo)
de una mujer, por tanto, todavía hay esperanza para encontrar el amor, en ese
tacto. Aún… cuando esa esperanza ocurra en una huida, una fuga.
Las
Palmas de Gran Canaria, España
Febrero,
Marzo de 2017
-->
[1] Cuando pienso en la obra de Laura las referencias que me vienen a la
cabeza -esa manía que necesita argumentarse el discurso crítico para rotular su
juicio historicista, casi siempre innecesaria, como toda manía- muchas son
mujeres, muchas son artistas que ahondan en el color y en los ritmos obsesivos
de las geometrías: Carmen Herrera, Anni Albers, Elena Ansin, Rosa Brun, como si
la artista canaria fuese primero que todo una heredera, una digna heredera de
ese legado de “Mujeres Mentales, de una gran dosis de sensorialidad cromática”.
[2] Una obra que se ha
exhibido -que yo recuerde- en cinco ocasiones (SAC, Tenerife, CAAM, LPGC, MAC,
Vigo, Museo de Huelva, Museum Art Today, Beijing) y en cada una de ellas la
artista la amplia, la contrae o la expande cada vez más como si estuviese editándola, como si hiciera
versiones de una puesta en escena de un concierto en directo, una jam session.
[3] A día de hoy mucho más
centrada -tal vez- en las nuevas oleadas del Jazz, más intimista.
[4] Publicado en Vulture Magazine, del periódico NYTimes, 17 de Junio de 2014.
[5] Léase como “copias
deleznables” de primero de carrera, en cualquier curso facultativo de Bellas
Artes, de los paradigmas abstractos de la Modernidad, sean éstos los de la Vanguardia Histórica, o el
Expresionismo Abstracto y sus múltiples declinaciones, incluso las más
agonizantes y decadentes, como la Abstracción Lírica o el color-field painting o «pintura de campos de color»,
la pintura caligráfica post-Towmbly o el tachonismo.
[6] Puede que Laura haya
realizado cerca de una docena de piezas de este tipo simulando antiguos tapices
artesanales, cuando descubrió la ductilidad del lino cruzo y su suavidad cuando
cae sobre la pared y el aire acondicionado de las salas las hacen ondularse
como banderas. Estas obras de hecho por su facilidad de transporte y su éxito
comercial las ha exhibido en la Galería Ángeles Baño (Cáceres), Constantino
Gallery (Milán), Ricarddo Constantini Galleria (Turín), Museo Pérez Galdós y
SMCC/CAAM (Las Palmas de Gran Canaria) y novainvaliden galerie (Berlín).
[7] Como sugiere el título de
la premiada y homóloga serie proyectual de dibujos, murales y pinturas de la
artista en Swab Art Fair, Barcelona,
2015. Serie que dedicó Laura a la poesía de la poeta sefardí Clariss Nicoïdski,
en la que indaga en la intimidad secreta de las relaciones.
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