JETLAG (o de cómo todos quisiéramos ser
turistas)
Unas
notas sobre la obra reciente de Maykel Linares.
La condición de
isleño le confiere a su poseedor el don de la necesidad de viajar. No lo digo
yo, que hace veinte años abandoné mi isla natal para terminar viviendo en otra
(Cuba vs Gran Canaria); sino que existen múltiples estudios académicos serios,
de corte antropológico y sociológico que sobre ello hablan, sobre todo, después
del auge de las comunicaciones en el siglo pasado.
De
hecho existen unos sincréticos “cultos cargos” en las desoladas islas del
Pacífico donde en la Segunda Guerra Mundial desembarcaban de ambos bandos
(japonés y estadounidense) toneladas y toneladas de provisiones, con lo que
para los nativos la “Carga” de sus barcos era un “maná sagrado”, un regalo divino.
El regalo de la sobreabundancia, gratuita. Sin cultivar o producir nada a
cambio, sólo por ser isla estratégica en medio del Océano.[1]
Al escasear esos regalos que traen consigo las prácticas coloniales y
post-coloniales continentales, los isleños padecen el Síndrome de la Isla, y necesitan huir, cambiar de territorio, dejar
de pensarse como una balsa de piedra a la deriva y violentar con otro paisaje
(continental, preferentemente) el paisaje de su plano horizonte marino. [2]
El paisaje de la Isla, es una cárcel, no en balde algunas cárceles famosas se
edificaron en islas e islotes, el agua ayuda a crear un estado claustrofóbico.
Otro signo sobre el que nuestro Virgilio Piñera nos dio una lección magistral,
poéticamente.
En
el siglo XXI, la Era de las Comunicaciones Globales, el viaje ya no es una
utopía peligrosa, sino es una realidad. En determinadas profesiones actuales,
se vive en y con una maleta de viaje. Aunque en el caso del arte me interesa
quizás más aquella idea de Gerardo Mosquera del “Artista-Maleta”, síntoma por
excelencia de nuestro tiempo, la cual quizás hoy día podría ser posible con un pen drive o una descarga de iCloud. Por supuesto hablo aquí de una
idea que ya tiene veinticuatro años, pues Gerardo la publicó por primera vez en
el catálogo homólogo de la muestra de Cocido
y Crudo, publicado por el MNCARS en
el año 1994 en aquella excitante exhibición curada por Dan Cameron que
cuestionaba los cimientos finiseculares del próximo y actual Nuevo Milenio,
tras las huellas de Le Magiciens de
L´Terra.
Para
los nacidos en el Trópico Insular, el viaje continental, no implica adentrarse
en la Selva, porque pequeñas selvas nosotros tenemos entre nuestra maleza del
monte más abrupto; nuestra utopía del viaje significa estar en contacto con la
Nieve. Viajar hacia todos los nortes posibles.
Entre
los cubanos, “estar o ir al hielo”, es
un supuesto estado ideal, en realidad sobreestimado, como todo sueño, todo
anhelo, toda utopía. Lo curioso es que por lo general -en su gran mayoría- este
viaje de manera natural se iguala a la idea de visitar o residir en
Norteamérica, ya sea en Estados Unidos o Canadá. Pocas veces se piensa en la
nieve europea; por ello, el caso de Maykel Linares puede no ser singular
únicamente como cubano, sino también como artista. Pues su viaje al Norte lo
cambió, desde dentro, porque interiorizó dicha experiencia en casi una década
de vida en Europa. La vieja, difícil, impenetrable y hostil Europa. Y decimos
esto porque además pensamos que una cosa muy diferente es “ir al hielo”, así de
visita, turística familiar o profesional de ida y vuelta, rapidito… fugazmente,
y otra cosa es “estar, o haber estado -una larga temporada- en el Hielo”, que
es su caso.
Mientras
con la entrada del Nuevo Milenio y su globalización causó un proceso de
desnaturalización homogenizante en torno a una especie de reciclaje Neo-Barroco
que algunos teóricos llaman la Segunda Colonización Estética, en Cuba nuestro
arte miró hacia Occidente pero para buscar allí su diferencia, lo que en Cuba
no existe, lo que no hay. Mucho más allá de sus carencias materiales cubiertas
por algunos excesos culturales, nuestro Isla se reinventó su paisaje,
europeizándolo. Porque inyectarle una congeladora mirada de enfriamiento era la
mejor micro-política para despolitizarnos.
Siendo
así, la obra de creadores como Alejandro Campins, Michel Pérez Pollo, Niels Reyes, Lester
Álvarez o Maykel Linares, se sintieron muchos más afines con el quehacer de la
Escuela de Leipzig que con la Vanguardia Histórica Cubana o los derroteros
abiertos por el llamado Renacimiento
Cubano de las décadas pasadas.[3]
De la Serie: Cuervos para Bukoski, 2016
Cortesía del artista
Entonces
el “plan de fuga” fue mirar hacia la Nueva
Pintura Europea liderada por Neo Rauch, Daniel Richter, Adrian Ghenie,
Matthias Weischer, Gert y Uwe Tobias, o por la vertiente flamenca de Luc
Tuymans y Michaël Borremans, o los británicos Peter Doig, Mathew Ritchie, Chris
Ofili y Elizabeht Peytom, así como al israelí afincado en Noruega Tal R, o la
pareja austriaco-israelí, afincada en Viena, Muntean & Rosenblun, o la
sueca Karin Mamma Anderson; fue su mejor baza para evadirse de los clichés que
sobre “Lo cubano” se argumentan, y adentrarse en un territorio puramente
pictórico. Un territorio donde sólo y únicamente la pintura gobierna. Puede que
más a tono con el quehacer de otros cubanos como Raúl Cordero, JM Pozo, Hernan
Bas (hijo de cubanos) o Enrique Martínez Celaya, quienes articulan una poderosa
obra autobiográfica alejada de la politización de su legado. Nuestra historia.
Sólo
que definitivamente no es lo mismo acercarse a echar un vistazo a monográficos
de la talla de Art Now 1, 2 y 3 (Tashen), Vitamin P 1 y 2, o La pintura hoy (de Tony Godfrey)
(Phaidon), o las revistas de arte actual, donde destacaría ArtForum y
ModernPainter; y otra cosa, muy distinta, es visitar durante años los circuitos
del arte en Helsinki, Copenhague, Noruega y Dinamarca, París, Francia, Madrid o
Barcelona, en España; el impacto, no es igual. Esta claro que no es lo mismo
nuestra información y nuestra formación insular, puramente bibliográfica,
reproducida en la escala y la condición laminal del libro o la revista, que
visitar a Pierre Bonnard en la Fundación Mapfre de Madrid, y enamorarse de los
colores del Nabis y los Fauvistas, porque también los estás
visitando en persona de primera mano en el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza; y tener la gran pintura de los maestros
modernos ahí, de cerca, delante de tu cara al alcance de tu mano. Esa
experiencia, es radicalmente, diferente.
Pues
en Linares, sus años de residencia europea le cambiaron su retina, su gama
cromática tendió a enfriarse de manera natural, porque fría es la naturaleza
que ahora miraba, y grises las ciudades nevadas, y blanquísimas las colinas de
las montañas nevadas, y verduscos los pastos, y plomizos los cielos. No sólo la
historia de la Pintura Moderna que transcurrió delante de sus ojos en cada
visita a un museo, una bienal, una feria, una galería. Por ello, también se
hizo más fresca y atrevida en la exaltación del color, en su contraste. Como si
su “paleta cubana” quisiera emerger dentro de esta obra “hecha en Europa”. Pero
ahora, es al revés. En su reciente obra “hecha en Cuba”, tras su regreso,
Europa (y su recuerdo) emerge naturalmente en su Pintura. Es como si fuera un
helado hecho de mango o de guayaba, esas frutas tan nuestras, tan de nuestra
naturaleza, pero que si las pasas por el filtro de la industria alimenticia
culinaria como mejor nos asienta es fría. Como si Maykel propusiera un
enfriamiento de nuestros sentidos para comprendernos mejor. Porque añoramos una
vida norteña pero somos el sur. NO somos del sur, sino: somos el sur.
De
ahí tal vez ese retardo, esa ralentización del paisaje, que no se sabe de donde
es exactamente, porque es siempre un paisaje de la memoria, inventado, re-hecho
como objeto pictórico, libre y caprichoso. Puede que justo como el joven
curador Píter Ortega enfatizara en su clarividente muestra BOMBA. Abogando por una pintura pulsativa. Latente. Directa, sin
ambages. Post-conceptual y Post-Política. Una pintura que siempre regresa sobre
sí misma de manera espontanea, desintoxicada de la ceguera escolástica pero
sucia de influencias. Más próxima a Abraham Lacalle, según opino el mejor
heredero de los derroteros de las andaduras de los ochenta españoles, iniciados
por figuras como Alfonso
Albacete, Juan Navarro Baldeweg, Manolo Quejido, Ferrán García, Miguel Ángel
Campano, Guillermo Pérez Villata o Pelayo Ortega, que a ningún otro artista cubano. De hecho, Maykel me
confesó que muestras como Los Ezquizos e
Idea, Pintura y Fuerza producidas por
el MNCARS sobre el Arte Español de la década de los ochenta, ese “Arte de la Transición”,
causaron un gran impacto en él, quizás… por su ludismo cromático, por su
ligereza de trazo, su carnavalesco sentido del relato, su descaro, su vitalidad
y libertad, su sentido del humor. Le regalaron la posibilidad de entender la
pintura como el anuncio de un hálito democrático. Además del posible
paralelismo de una transición cubana de trasfondo, la cíclica idea del cambio. Una
pintura festiva. Una pintura impura, siempre impura. Una pintura que viaja en
el tiempo y se queda allí atrás, pero regresa y nos pasa por delante y se pone
a la vanguardia.
Renacimiento, 2017
Cortesía del artista
Como
si respondiera a la idea de que a día de hoy, el “Eterno Retorno” de Nietzsche
se ha convertido en un Eterno JetLag,
pues nuestro universo viaja constantemente, ya sea en viajes físicos o
virtuales, ficcionales o reales. Solo
que a Maykel ese JetLag no le
proporciona ninguna nostalgia, ningún anhelo tampoco, sino le ocasiona una
dislocación, en el sentido antropológico de “dislocalizado”[4],
de fuera de lugar, fuera de grupo, fuera de todo contexto. Porque todos
añoramos lo que no tenemos, todos queremos ser extranjeros en nuestra tierra y nativos
en tierras extrañas. Los nórdicos bajan al sur a tomar el sol, hasta el punto
de tostarse tanto que parecen mulatos, y los mulatos prefieren soñar con la
Nieve. Sin añoranza, sólo como un sueño, de algo vivido o algo pendiente. Como
un déjavù un poco vintage (una idea que últimamente me la
escucho mucho). Como una mínima e
inofensiva venganza post-colonial. Como divertimento, gratuito, como todo
divertimento. Porque le da la gana, porque le place. Porque le da placer. El
placer de pintar y punto.
Así,
sin ninguna melancolía[5],
pero con toda la libertad de quien ha bebido de las mejores fuentes, Maykel
Linares prefiere su cercano manantial, su terruño insular. Su andar por casa.
Un lugar donde siempre se puede regresar y gracias al descanso hogareño,
olvidar el JetLag, o quitarle
importancia, porque en casa nuestro tiempo invariablemente será otro.
Y
con esto, es suficiente.
Las Palmas de Gran Canaria, España
Invierno de 2018.
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[1] La primera vez que supe
de estas Islas y estos Cultos fue precisamente gracias a una obra de un artista
cubano, el gran José Bedia quien le dedicó una excelente y magnánima instalación
titulada Cultos Cargos en el año 2004
al tema, dentro de sus típicos trabajos que ejecuta tras realizar profundos
“estudios de campo” sobre los que vertebra todo su trabajo.
[2] Gran parte de las
políticas migratorias y de repoblación colonial del siglo XIX y XX vino apoyada
por dicha necesidad, por ejemplo, pensando en las Américas, gran cantidad de
población de las Islas Canarias atravesó el Atlántico hasta estas tierras. O
Japón hacia California, Oceanía hacia Australia, y así.
[3] A pesar de que otros
como Roberto Diago o José Eduardo Yaque, escogieran una camino abstracto, esta
“germanización” de nuestro arte, dicho estéticamente, se dio de una manera
paulatina.
Algunos de ellos exhibieron habitualmente en la galería Luz & Suárez del Villar, de Madrid, España, fundada por
dos cubanos.
Curatorialmente
hablando la muestra BOMBA,
inaugurada en febrero del 2010 en el Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam,
La Habana, Cuba, y curada por Piter Ortega, intentó demostrar esta deriva.
[4] En inglés el término
exacto es dislocation, y se usa
regularmente para hablar de desplazados, de fenómenos diaspóricos y/o
migratorios.
[5] De hecho, personalmente
creo que su pieza titulada Melancolía (2016),
marca un antes y un después al respecto, pues ese pájaro que vuela de espaldas
al espectador, es un alter ego del
artista, adentrándose en otro paisaje, pero a la vez, abandonando éste donde
ahora estamos.
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