viernes, 30 de julio de 2010

BOBBO OSOBBO UNLÓ… FUERA TELARAÑAS (O ESPIRITUALIDAD Y CRÍTICA SOCIAL COMO TERAPIA RITUAL SEGÚN JORGE MATA)



Jorge Mata
Blanco sobre Blanco, 2005
Instalación
Dimensiones Variables
Cortesía del Artista


a Juan-sí
otro ebbó


Lo desconocido es casi nuestra única tradición.

José Lezama Lima
En: A partir de la poesía
La Cantidad Hechizada
Página 35, Ediciones Unión
La Habana, Cuba, 1970.

1.-
La anhelada tierra prometida del exiliado es -en verdad- lo más parecido a una ciudad recién bombardeada convaleciente de su debacle y su desvalijo; en este territorio hostil, sobrevivimos.
En esta topografía accidental andamos un poco a la deriva, hasta que nos reconciliamos con el terreno, olfateando la soledad allí donde este, saturándonos de ella.

2.-
Existen algunas “palabras-manás”, como dijera Barthes refiriéndose al hallazgo del concepto antropológico que guía la energética vida primalista según Leví-Strauss - en nuestra cultura. “Palabras-manás” que nos ayudan a atravesar el camino de regreso, aquel que te devuelve la condición de “huésped” y abandona la de “invasor”; o mejor, aquel camino que más que “huésped” te hace sentir “invitado”.
Por ejemplo, la palabra “Ebbó”. Léase: ritual de limpieza espiritual yoruba, afrotrasatlántico, práctica establecida como habitual de los cultos sincréticos, mal conocidos como “Santería”, referidos a la Regla de Osha, Regla de Ifá, Espiritismo o Palomonte Mayombé.

3.-
En el marco (más temporal que espacial) del arte cubano contemporáneo, diversos son los artistas que han operado desde la pragmática ritualística para acercarse a una realidad de la que ser su reflejo.
El ritual, a fin de cuentas, es una práctica reflejo de las oscilaciones de lo real, en la subjetividad del creyente.
Un “ebbó” es un ejercicio terapéutico de higiene mental, física -energética- y espiritual, una ofrenda (= un “addimú”) es una entrega devota, o más bien un desdoblamiento de la responsabilidad de nuestra existencia que recae sobre la arbitrariedad casuística del dios-otro, quien nos sustituye y asume el control de nuestro azar, o nuestras elecciones.

4.-
Siendo el ritual -sobre todo el cercano a las prácticas religiosas de los credos afrocubanos (sean éstas de origen yoruba, araná, abbaccúa, o kikongo)-, una estrategia de investigación ideo-estética que se deriva de la proximidad y eficacia del legado “Post-Beuys” en una sociedad donde el “encargo social” -e ideológico- ha venido marcando la psicología nacional desde 1959 a nuestros días.
Una sociedad donde la “terapia de grupo” ha suplantado las reuniones sociales festivas, o en contraste… donde el babalawo (el sacerdote de la Regla de Ifá), el Tata (sacerdote mayor de la Regla Palomonte Mayombé), o el Obbá (Babalocha, sacerdote mayor de la Regla de Oshá) han desplazado al psicólogo social del centro de trabajo, o al psicólogo clínico del Policlínico de la barriada.

5.-
El arte contemporáneo cubano no se ha mantenido al margen de esta distinción mestiza de nuestra cultura, nuestra condición de autoreconocimiento y reajuste reciclante, sincrético.
Es un mecanismo natural de nuestra sociedad el “adaptarnos” a los diversos reflejos relacionales que tenemos con la cultura universal, un reflejo dicotómico de negociación, aceptación y negación; un diálogo ante y con el universo al que estamos abiertos, absorbiéndolo como si lo sumáramos una y otra vez a las definiciones barroquizadoras y provisionalmente pragmáticas de nuestra cultura como fenómeno autóctono.
Varios ensayistas y pensadores cubanos han dedicado sendos estudios relacionados con este afán resolutivo de nuestro acervo cultural: Lezama Lima, Mañach, Ortiz, Sarduy, Benítez-Rojo, De la Nuez, o Rojas… todos, coincidiendo en nuestra gran capacidad de reinventarnos frente a las oleadas migratorias y frente a los procesos de formación sedimentaria de nuestra cultura, más allá y más acá de los mares.

6.-
Los cubanos “somos unos luchadores” -como dice el argot popular- porque somos un pueblo guerrero, devenido de las mezclas de africanas tribus guerreras, traídas a la isla por la trasatlántica “Trata Negrera”, junto con las tribus indígenas caribeñas, nuestros taínos, siboneyes y atabeyes, y por último, los colonos ibéricos… otros guerreros.



Jorge Mata
La Revolución del Cuerpo, 1997-2000
Mixta sobre papel de algodón
Instalación
Dimensiones Variables
Cortesía del Artista

7.-
Regresar sobre los pasos del exilio, como regresa a casa un luchador de la batalla, es lo hace la obra de Jorge Mata.
Lo que marca su camino, es el ebbó.
Los signos y letras de sus prodigios y clarividencias.
El trabajo artístico de Jorge Mata -aparentemente- se caracteriza por ser como bi-polar.
Uno de estas polaridades se adentra en el sendero de las investigaciones sociológicas y políticas de la sociedad contemporánea.
El otro se vislumbra continuador de la brecha abierta en nuestra visualidad por aquellos que escogieron el ritual como búsqueda de significaciones sociales e íntimas donde hallar una respuesta a “quienes somos”. O sea, lo que algunos críticos e historiadores del arte han denominado la “vertiente antropológica” -refiriéndose a su epistemología- del Arte Cubano.

8.-
Para quienes vemos en esta dualidad una bi-polaridad, tenemos un error en nuestra percepción.
Por esto, antes dije “aparentemente”, porque “las apariencias engañan”, como bien dice el refrán.
Ya que no hay bi-polaridad pues ambos caminos no son contrarios, sino son complementarios, por no decir: combinatorios o supletorios.
Son parte de una identidad artística formada en el post-comunismo, en el post-modernismo y en la post-diáspora europea. Ello implica que el camino de la crítica social se imbrique naturalmente con la percepción energético-espiritual de lo observado.
Esta situación “post-post…” implica nihilismo -inicial- y nuevas prácticas de fe -finales-.
Siendo el arte, un resultado no un fin, un proceso no una estética, una terapia, no un producto del mercado.
O mejor, el residuo de una pragmática orgánica de observación y diálogo.

9.-
En el caso cubano, además esto sucede de esta manera porque las prácticas religiosas de origen sincrético (las anteriormente enumeradas…) no participan de una devoción unilateral del creyente hacia la deidad; sino que devienen de una pragmática dialéctica binaria entre el creyente y la deidad, de reciprocidad ritualística, de flujo energético, de “llamada y respuesta”.
Es una fe casuística, donde las causas provocan los efectos, y viceversa.
Como en toda práctica animista.
No es unidireccional, sino… todo lo contrario, polidireccional.

10.-
Todo es binario.
De hecho importantes antropólogos han determinado que el conocido sistema matemático binario (base de los sistemas computarizados), nace en el Reino de Benim, en las escrituras efímeras de los Tableros de Ifá, y su infinidad de multiplicaciones de “oddunes” (= signos, letras, números).
Y Jorge Mata, esto lo sabe; por ello, su obra se debate entre la espiritualidad intimista y visionaria de las máscaras de “eggún” (= los espíritus) y los orishas (las deidades yorubas), y el consumo diario de cierta espiritualidad falsía que nos consume. Porque todo es binario, todo tiene dos caras, y esas caras son multiplicables hacia el infinito.



Jorge Mata
Oración 1996
Instalación
Dimensiones Variables
Cortesía del Artista

11.-
Igual habría que detenerse en el detalle de que Mata emigra en su fuga de la decadencia habanera de los noventa, no hacia Miami, ni New York, ni México DF -como gran parte de los artistas de su generación-… sino a Barcelona.
A una Barcelona renaciente y reluciente de los recién clausurados Juegos Olímpicos.
Una Barcelona abierta a la internacionalidad, muy cosmopolita, políglota, creciente económicamente y generosa.
Ciudad donde -tras un corto tiempo de precariedad extrema- Mata, prospera con cierta facilidad trabajando enérgicamente en proyectos de restauración arquitectónica y en proyectos de diseño gráfico y de corte editorial.

12.-
Y aquí aparece ante nosotros otro perfil de la vida artística de Mata: la Edición.
Jorge ha estado vinculado a proyectos editoriales desde muy joven.
En la Cuba de finales de los ochentas e inicios de los noventas, ayudaba en la maquetación y concepto gráfico de la Revista Albur, y realizaba algunas ediciones gráficas -semiclandestinas- en talleres privados improvisados en La Habana Vieja, de las que todos recordamos algunas de sus impactantes litografías exhibidas en la Galería 23 y 12 (La Habana, Cuba).
Quizás entonces en está dualidad de trabajar para sí mismo y trabajar para otros, hallemos el desprejuicio de Jorge Mata por las “formas autorales absolutas”, un desprejuicio que le aporta la libertad para tratar cada proyecto artístico como lo son, como un proyecto unitivo, único e indivisible.

13.-
Así, obras suyas como Oración, 1996, o La gran cicatriz de 1995, abren un camino de indagación donde lo íntimo se mezcla con lo social, donde la necesidad que hallar un camino de regreso, tras años de abandono y silencio en su nomadismo migratorio, marcan la necesidad de un ebbó, una limpieza, de una exorcización del dolor, o una exorcización de la ausencia, apoyado en la fe.
Obras que desde el desdoblamiento de la intimidad colectivizan el ritual.
Como si gritaran “pa afuera telarañas”
Sácalo, sácalo, vomítalo… échalo todo.
BOBBO OSOBBO UNLÓ. To ibban echo.
Mientras en Blanco sobre blanco del año 2005, diez años después, invoca al recogimiento del “iyaworaje” (proceso de un año de depuración de un recién coronado o asentado en Osha), haciéndole un homenaje soterrado a la Vanguardia Rusa que tanto le subyuga.
A la vez que en La Revolución del Cuerpo, 1995-2000, despliega casi un centenar de dibujos que exploran en las “manifestaciones” de los espíritus que rodean su cotidianidad.
Sin embargo, lejos de lo que puede suponer esta exploración reiterativa de trazos naïf de sesgos visionarios o clarividentes, no están cercanos al quehacer de otros creadores cubanos como José Bedia o Ricardo Brey, que igualmente han intentado hallar gráficamente manifestaciones espirituales enteógenas; pues Mata, no pretende ilustrar un proceso de aprendizaje cotidiano, como lo hace Bedia, ni pretende taxonomizar las energías vitales que le circundan, como lo hace Brey; sino… sólo insiste en abocetarlas, atrapando de ellas el ensueño, sin pretensión de verdad.
Más bien con pretensión de desahogo. Un desahogo -de shock terapéutico- que hasta en sus títulos se devela: Quiéreme mucho, Ya no te quiero ya… series -acuareladas unas, otras al pastel- donde el forzado trazo reiterativo, nervioso y colorista, a veces chillona, grosera en su esplendor, que me recuerda el Outsider Art, o el Art Brut, o para ser catalanistas… tal vez a Miró, ese gran mago de la imaginería mínima.
Y en su obsesiva repetición grafológica está su sentencia de sinceridad, casi absurda.
Tan absurda que más bien debería de titularse La Revolución del Alma.
Otra utopía.



Jorge Mata
United Colors Of Benetton, 2007
Serie: CMYK
Instalación Urbana (Site Specific)
Dimensiones Variables
Cortesía del Artista

14.-
Sobre la base de las utopías se han ido edificando los avances cívico-sociales sobre los que se fundamenta la sociedad occidental contemporánea.
Primero, la utopía civilizatoria greco-latina, a la que siguió la judio-cristiana.
Luego, la aristocrática, y su afán feudo-nacionalista.
Después, la utopía adinerada de la naciente burguesía.
Más tarde, la utopía liberadora de la clase obrera (el Socialismo y sus experimentos sociales, Cuba incluida, entre ellos).
Seguidamente, la utopía post-colonial… de otras liberaciones.
A lo que le han seguido, las micro-utopías de masas, las de género, las de la libertad de expresión, la libertad de voto, de matrimonio, de credo…
Hoy día tras una década del nuevo milenio, manda la utopía de la información.
Y Jorge Mata es un hombre que vive de y entre la información.
Relación de la que ha nacido su reciente serie “CMYK” como las iniciales inglesas de los colores de la cuatricomía impresa digital.
Esta serie, en la que está enfrascado desde el año 2007 hasta nuestros días, es un trabajo en el que el artista confronta imágenes de la realidad con marcas y campañas publicitarias, o imaginería religiosa con propuestas publicitarias masivas; donde pone en duda el concepto de verdad, el concepto de información, y concepto de producto, de oferta, de “ciudadano comercial” como ente que compra/vende/ se alquila...
En este contraste de confrontación, Mata abre una indagación frontal con las necesidades ciudadanas de tomar el control real de las vidas individuales de quienes pululan en el libre albedrío de la Sociedad del Consumo.
Obras en las que -en clave de humor- satiriza sobre la sociedad del espectáculo y sus taras y deformaciones desiguales. Las cuales lo conectan con cierta “tradición neo-conceptual”, donde destacan figuras españolas como Antoni Muntadas y Rogelio López Cuenca, o la francesa Sophie Calle, y la norteamericana Barbara Kruger con sus manejos de la ideología y la publicidad.
Léase: Los desestabilizadores de la Retórica de la Imagen.

15.-
Este modélico método de trabajo de Jorge Mata, hace colindante la capacidad de observación del individuo contemporáneo que es nómada, como inadaptado que es, necesita revisar de manera exhaustiva el terreno. Por ello, lo explora, lo sanea, lo rehace mental y físicamente. Para los desplazados, lo único que les queda es su memoria, y sobre la memoria vertebran gran parte de su existencia. Aún cuando sobrepasen los lastres de la nostalgia, la memoria, sigue siendo para el ciudadano de la diáspora, su mejor antídoto contra el extravío. Jorge Mata, no se extravía ya que conoce el camino de regreso, él regresa sobre sus propios pasos. Unos “carpeterianos pasos perdidos” que han ido encontrando -paso a paso- la firmeza de su pisada. La firmeza de saberse diferente, allí donde va, porque ya no es de la Isla, pero tampoco es ni será de ninguna parte allí donde esté que no sea Cuba. Por ello, se aferra a sus espíritus, porque ellos lo salvan de la demolición de la ciudad en ruinas tras el bombardeo. Ellos le guían. Y le hacen el “ebbo”, de sus pasos. Un “ebbó” que comienza en su cabeza, y termina en los soportes de sus obras.

16.-
Una serie que conecta -entonces- a estos “dos Matas posibles” es la serie fotográfica “Desde el camino”. Serie interminable, que Jorge comenzó desde hace años en los que el artista fotografía -en algunos casos, en otros construye un collage y/o fotomontaje fotográfico- un “Eleggúa” en diversos paisajes, países, relieves, o cartografías; como si con el trazado testimonial o ficcional de este “diario fotográfico del viaje”, del Orisha que abre los caminos, el que los domina, y los crea o los cierra, estuviese creando su camino de regreso, su proceso de adaptación -paso a paso- a los cambios del terreno, los accidentes, las brusquedades, las ausencias, los atropellos, los instantes felices y los instantes tristes. Un homenaje de quien sueña con Laroye como hijo suyo, que ya es Padre, y en su paternidad igual encuentra un coqueteo infinito con las formas infantiles para congraciarse con su hijo, mientras se congrasea con Eleggua, el Dios de los Niños, el Eshú maldito, burlón y jocoso, pero también dadivoso y espléndido.
Un dios que al final le hace el trazado de su camino a través de una Europa que diariamente le recuerda cuán diferente es en este contexto.
Y para que veamos cuánto de diferentes somos los cubanos -mucho más los practicantes de la Regla de Osha- de los europeos; mientras para el “movimiento decimonónico alemán del idealismo filosófico” (fundamental para entender la formación de la Cultura Occidental Europea), la catarsis metafísica tomó un vislumbramiento de genialidad en la conclusión dicotómica de que “Dios mismo había muerto”, y con él murió la capacidad creativa de floración subjetiva y material del universo; en la Regla de Oshá, el culto más practicado dentro de la cultura afrocubana, de la cual Jorge Mata es un “aleyo”, (es decir un creyente o practicante) y un servidor -quien escribe- es babalocha (padre de oshá) Omó Obbatalá Adyacuna… es la Muerte quien engendra al Dios, o más que la Muerte misma (Ikú), es Eggún, el espíritu, el ente poderoso de la energía fúnebre destructora quien luego da luz, y crea la deidad, que después generará y controlará todas nuestras vidas. Lo que en yoruba conocemos como: “Ikú lobbi Osha”, cuya traducción más cercana sería: “El muerto paré al orisha”. Con lo cual, seguro estoy que de esta desolación de la ciudad en ruina del exiliado, renacerá una nueva fuerza creativa que posiblemente nos sobreviva y nos libere. O sea, seremos libres aún cuando sea “cara la nueva fiesta en el aire”. Oloffi, Oloddumare, Olorun, nos protegen… Ashé.

Et caro nova fiet in die irae.

José Lezama Lima
En: Secularidad de José Martí
Imagen y Semejanza
Página 197, Letras Cubanas
La Habana, Cuba, 1981



Jorge Mata
Cabeza Borradora (Obbatalá Adyácuna), 2000-2010
Mixta sobre tela
120 X 80 cm
Cortesía del Artista


Verano, 2010
Granada, España.

lunes, 5 de julio de 2010

DULCE COMO EL ALMÍBAR DE CAÑA, AMARGO COMO EL VODKA (unas notas acerca de la obra reciente de Ahmed Gómez)



Ahmed Gómez
Hammer girl & minimalist idea, 2010
Acrílico sobre tela
200 X 200 cm
Cortesía del Artista y
Casa Turquesa Art Space


Cuando una obra plástica, hablo de una Pintura y/o un Dibujo, funciona comercialmente en el enrarecido mercado del Arte, y esta obra está cercana a las travesías marcadas por el legado revisionista del Pop Art, es frecuente que se manifieste cierto facilismo crítico despectivo que se aplica para denostar su éxito, gracias a su propia “naturaleza Pop”.
Demasiado obvio.
Está claro que el Pop Art “funciona” seduciendo al público, primero: por su relación directa con un imaginario colectivo que subyuga nuestras referencias lectivas y nos hace reconocerlas; segundo: por su estética escueta, simplificadora, por lo general, bella (¿o tal vez debería decir: “correcta”?), nos evoca los dejes representacionales de la academia clásica… pudiéramos decir.
Colores llamativos, textos llamativos, composiciones llamativas… en cambio, tanto efectismo y golpes de brillo de lentejuela pueden deslumbrar e impedir que veamos lo que estas obras son… ¿de qué van? y/o ¿hacia donde se dirigen?
Por otro lado, ¿cuántos artistas han andado ya ese camino y han fracasado en su empeño? ¿Cuántos han derivado en otros menesteres? ¿Cuántos no han soportado la presión de “tanto éxito”?
Total, cuando en definitiva, si de algo esboza un comentario el Pop Art y sus reminiscencias Neo-Pop es de “repetir ilusiones”, espejismos.
Incluso, repetir hasta la ilusión de éxito.
Ahmed Gómez es un artista cubano-americano radicado en Miami, Florida; que sabe de ello.
Es conocedor de la ilusión bellísima del éxito fácil, como caramelo meloso que sabe a dulce pero provoca caries, endulza el gaznate pero destroza el estómago y fastidia el colesterol.
Por ello, juega irónicamente con esa ilusión de belleza exitosa; cuestionando su efectividad en un diálogo infinito de dos tradiciones.
La tradición americana de las Pin-Ups Girls y la tradición europea de la Vanguardia Histórica.
La primera, como paradigma del deseo de un ideal de belleza femenina.
La segunda, como paradigma programático de un cambio estético radical en la concepción del universo del Arte.
Como si contrastase en mismo territorio discursivo la quintaesencia de publicidad capitalista y la quintaesencia de la propaganda comunista.
¿Cómo si fueran muy diferentes?
Lo interesante en el caso de Ahmed es que por su eficiente capacidad resolutiva, desde el punto de vista formal, esquiva la inteligencia soterrada que subyace en su Pintura.
Una vez más, nos deslumbran las lentejuelas, la purpurina, el brillo del efectismo visual. Caemos en la trampa fácil aquel etiquetamiento izquierdoso de que “lo bello es burgués y decadente”. Como si -curiosamente- no lo fuese una foto desenfocada en B&N impresa en 150 X 200 cm sobre papel Ilford baritado. O un aburrido neón rojo, tintineando una palabra gigantesca, que lo único que manifiesta es la manía de grandeza de un escritor frustrado.
Y si lo fuese… así, de decadente ¿cuál es el problema?
¿No se supone que el Arte es un reflejo privado de nuestras realidades sociales?
Ah!... ¿y no estamos sobreviviendo a una crisis global?
El problema es que Ahmed, así de fácil nos saca a la luz ciertas militancias olvidadas por homenajear con sus post-modernas Pin-Ups, el humor del peruano Alberto Vargas, la gracia de Gil Elvgren, o emular el erotismo de Mel Ramos o John Willie; mientras cuestiona la grandeza formal -al hacerla “manierismo decorativo”-, hiper-estética, de los ismos de la Vanguardia.
Y con ello, destruye toda probabilidad nostálgica en su remembranza, cuando la desacraliza como cumbre del Arte, al ponerla a convivir en una situación que casi la ridiculiza con la efervescencia juvenil de sus féminas; mucho más cuando esas reminiscencias abstractas parecen derivativas de manierismos ideo-estéticos desarrollados por Frantisek Kupka, Alekséi von Jawlensky o Robert Delaunay, los grandes puristas de la Escuela Abstracta.
Un sarcástico camino de apariencia inocentona (“ingenuo el que lo crea”) que igualmente alguno recordará de la primera obra de los noventa de René Francisco (Ven y dame una mano) y Ponjuán, (luego en su muestra: Arte y Confort); donde la Vanguardia -sobretodo la Rusa, pre-Soviética- era puesta en jaque, cuestionada como paradigma o como estado ideal metafísico supremo del Arte de Occidente. Y que en el arte español contemporáneo, tienen su máximo exponente en el Equipo Crónica y en su superviviente: Manolo Valdés.
Algún que otro detractor (quizás para ocultar su propia misoginia) dirá que “ataca a la mujer frivolizándola”, y que esta obra profesa una mirada retrógrada hacia la mujer como “mujer-florero”, y hacia el Arte como mero adorno doméstico.
Cuando en verdad personalmente creo que es más una mirada de “admirador secreto” hacia ambas tradiciones, unidas por una tradición todavía más antigua.
La Pintura.
Como si de Ahmed Gómez demostrara -con estas pinturas- que fundamentalmente disfruta pintándolas; porque en ellas, mezcla varios placeres.



Ahmed Gómez
Azul, 2009
Acrílico sobre tela
150 X 200 cm
Cortesía del Artista y
Casa Turquesa Art Space

De más está decir que la iconografía Pin-Ups influyó grandemente en el gusto estético sexual del hombre latino hacia la voluptuosidad de una poderosa mujer con curvas.
Nada de anorexias o bulimias.
Una mujer coqueta, segura de sí misma, consciente de su encanto y de sus dones naturales.
Como si el artista disfrutara rozándolas de un modo erótico (carnal), rehaciéndolas para perpetuarlas en su imaginación visual, como realidad pictórica que ahí quedará.
Ahora, siendo embestida, o al contrario, ella embistiendo… al y por el ideal utópico de una varonil abstracción.
Una abstracción -por cierto- banalizada por el enfático ludismo choteante del Pop Art.
Y allí, en este afán didáctico-doctrinario, cansino, repetitivo y obsesivo del Pop, es donde Ahmed se libra de posibles peligros críticos alrededor de que su producción se tilde como “algo” pretensiosamente profundo; porque el regodeo preciso de su control del ejercicio pictórico, sólo denota un dato.
Todo es superficie.
Plano plausible de ser reinterpretado, re-hecho, “deconstruido”; a pesar de que en esta “deconstrucción” haya un matiz analítico de base metódica.
Da igual sean Pin-Ups o Abstracciones Vanguardistas, lo que importa es la Pintura.
Porque ella, la Pintura, es lo que queda.
Y saber de Pintura, y demostrarlo, aun cuando parezca un facilismo -para quienes no la hayan ejercido, los que la han intentado domar, siempre la respetan-; es todo un reto hoy día.
Y éste es un conocimiento, que más allá de los dones del talento resolutivo, sólo se cultiva con el amargo peso de la constancia y la tenacidad.
Así como acostumbramos nuestro paladar a la rispidez del Vodka, trajo a trajo.
Y hacer que ese reto (el pictórico) resulte divertido, locuaz y seductor, es sólo un mérito que algunos logran, Ahmed… entre ellos.
Otros no.



Primavera, 2010.
Granada, España.