domingo, 13 de marzo de 2011

MAPEANDO “LOS PASOS PERDIDOS” DE UNA CIUDAD PROMISCUA (…o prólogo para la escritura de una bitácora artística según Marlon de Azambuja)



Espejo, 2011
Instalación site specific
Cortesía del artista y de la Galería Max Estrella



contra Italo Calvino
por Alejo Canpertier

La obra del artista brasileño -afincado en Madrid- Marlon de Azambuja se estructura como un “mapeado”.
Es decir, como una toponimia testimonial de lo que sus nómadas andanzas dibujan como territorio de la memoria.
En este caso, el territorio mapeado de los “carpeterianos pasos perdidos” de un transeúnte citadino que más que buscar, halla, más que mirar, observa, más que rozar aquello que roza, imprime su impronta.
Así, ante ella, ante su obra, hablando o escribiendo con cierta ligereza para un conocedor de la cultura visual brasileña de los últimos cincuenta años sería fácil -quizás, demasiado- caer en la trampa de “ubicar” a Marlon dentro de los derroteros instrumentales de un nuevo Arte Post-Concreto; en cambio, discrepo de tal facilismo. Sin que esta discrepancia anule la posibilidad del “uso”, por parte del artista, de los aprendizajes ideo-estéticos que su legado histórico nacional le han dejado como herencia.
Discrepo de dicho facilismo referencial -primero- porque (como ya dijimos) de Azambuja se escapa de su propio mapa nacional para ir mapeando todo aquel territorio de la diáspora, que en su exilio autoinfligido, en su afán de internacionalizarse como artista, se ha impuesto; -y segundo- porque “ubicarlo” (únicamente) dentro de esta “supuesta tradición” reduciría en extremo la lectura de su obra a una solitaria línea de continuidad y renovación estética; cuando en verdad, su trabajo se desplaza mucho más sobre una plataforma poliédrica, podríamos decir que hasta rizomática, de líneas de investigación.
En este sentido Marlon, crea una tela de araña arañando el contexto con el que interactúa, sensibilizándolo, dotándolo de sentido, de color, de trazos, de guiños humorísticos, ante la cual espera el espectador reaccione sorprendido por una anotación o una acentuación del paisaje. Sobre todo, del paisaje arquitectónico.
Una tela de araña que re-escribe un texto del contexto que le rodea, cual cuaderno de bitácora de un viajero observador de su paisaje sociológico, mientras lo señala, como si intentara poetizarlo y embellecerlo al impregnarle su presencia en esa observación que nos devuelve como obra documental de su mirada.
Una obra que se define a sí misma como la acentuación gramatical y/o nominal de lo que allí acontece; allí en ese afuera que fuera de la experiencia atolondrada del sujeto moderno ocurre en el borde de sí mismo, y que se queda estática, inmóvil, usado por el sujeto como recipiente de su actuación.
Un afuera que para Marlon se argumenta como socializado conglomerado empírico y toma nombre de ciudad, de urbanidad, de asfalto, de hormigón armado, de cristal, metal y madera de un mobiliario (urbano) donde el humano ejecuta sus prácticas vitales cotidianas.
Como si el artista con estos destellos sensoriales de artisticidad dadora de sentido, nos dijera… “¿es que no lo ven?”
Esta actitud interpelativa o interrogadora del paisaje con el convivimos de Azambuja lo separa de “aquella mencionada tradición post-concreta” y lo vincula mucho más a un nuevo hacer artístico anclado en las experiencias relacionales del sujeto post-industrial; un hacer del participan artistas más próximos a su generación como el también brasileño Marcelo Cidade o el mexicano José Dávila.
Artistas éstos, donde el uso metodológico de la observación como sistema de aprendizaje de la realidad como espejo es instrumentado mediante un paneo de aproximaciones sensibles, muy lúdicas, cargadas de humor, ironía y algo de desparpajo.
Siendo este sentido del humor ante la solemnidad del hecho artístico algo que los caracteriza como utopía de terapia social, como si con su obra -Marlon de Azambuja- nos intentara arrancar una carcajada de nuestras amargadas y endogámicas vidas, activando experiencias sensoriales de incomodidad y seducción; así como mismo es su tiempo histórico, este nuestro tiempo, un tiempo donde todo está siendo negociado promiscuamente, conveniado entre adultos, con diversas prestaciones de servicios y diferentes tarifas de demandas y ofertas.
Un tiempo de donde Marlon nos recuerda que talvez “el problema está en intentar ser demasiado listos, porque olvidamos vivir”.
Mejor… sería sentir tu vida, y mirar la ciudad y su belleza oculta, su “belleza povera” reactivada por el simple gesto de señalarla.
Llegados a este dibujo nominal de la tela de araña que auratiza los puntos focales de su observación, con el roce animal que inyecta de alma el frío hormigón o el metal; es como si el artista te susurrara al oído en la intimidad de su no-pretensión: “Esta es tu ciudad… disfrútala”.
Déjate llevar.

Las Palmas de Gran Canarias
Enero, 2011.