martes, 16 de septiembre de 2008

ULTRA-KITSCH (la estética post-urbana según la obra de DZINE)


DZINE, Sin título (Bicycle Customized), 2008
Cortesía Emily Murphy Art (Madrid)

Las últimas cuatro décadas de la Civilización Occidental han servido para re-evaluar, desde el punto de vista estético, dónde están los límites de la Alta y la Baja Cultura, de la Cultura Popular y la Cultura de Masas, de la Cultura de Masas y la Vanguardia; una re-evaluación que ha terminado por generar un tipo de Arte que opta por sacar a flote esta mundanal existencia post-urbana donde se desarrollan nuestras vidas, tomando lo mestizo es nuestro slogan, abogando por la promiscuidad de medios, o por ser invasor y vampiresco, descaradamente tendiente al erotismo de las formas, dado al desbordamiento de la seducción visual, al decorativismo chicloso (color gominola) de la mirada, apastelando un entorno en apariencias light de nuestra visión, mediante la propuesta de un Arte que devuelve como visualidad la estética del diseño de la psicodelia de los 70s, en un cínico universo de látex y bisutería donde los enteógenos y los alucinógenos de la época hippie ya no están de moda; pero donde las drogas de diseño y el consumismo adictivo, suplen o empujan la realidad hacia otro abismo. Un Arte éste, que a decir verdad, opera entre los territorios de la ironía, el desparpajo, el carnaval y el canibalismo. Un mapa confuso y globalizado donde la Rave, la fiesta techno-dance por excelencia, el Rhythm & Bass, el Hip Hop o el Latin Boogaloo susurran su percutiva ritualidad evocadora, mientras el bombardeo de imágenes Fashion & Design saturan nuestra retina. Un Arte que aboga por desvelar (¿o debería decir violentar, cortésmente?) el fino velo que separa el universo tiránico del Mercado y el Dinero en contraste con la vida cultural que genera la ciudad post-industrial, donde reina la estética de la noche, el espectáculo del consumo como placer, y la redefinición del gusto popular, las modas musicales, los grafismos, las tipologías urbanas, la tribalidad lingüística de cada ghetto, desde mediados de los años 60s hasta nuestros días; para seguir siendo una metodología eficaz, resolutiva en el Arte más analítico de nuestros días, cómo búsqueda incesante de cómo interactuamos con nuestro entorno.

Un entorno que nos define.

En este imperio de la seducción se mueve la obra del artista Dzine, nombre artístico, o casi debería decir: “firma comercial” del prolífero creador Carlos Rolón, nacido en Puerto Rico en el año 1970; pero que vive y trabaja en Chicago. Como si en su propia propuesta nominal ya marcase una pragmática, Dzine aprovecha la fonética para replantear su condición de “ente bicultural” que se burla de la frivolidad del lenguaje en sí mismo, y se bautiza DESIGN, mal escrito, pero con igual pronunciación.

Primera duda: ¿será una burla o un homenaje? ¿Es una ac(p)titud crítica o apologética?

Y aquí, en este juego inaugural, ya se perciben signos claros de una inteligencia irónica, perversa pero eficaz, juguetona pero efectiva.

a.-) El artista sabe que en la contemporaneidad en la que vivimos, casi todo está “diseñado”, incluso el Arte y todo lo este significa como Mercado y carrera profesional; entonces… por qué no asumirlo.

b.-) ¿Es que acaso un “artista visual” se diferencia mucho de lo que es un “designer” (un “creativo gráfico”), cuando hoy día los encargos sociales de Arte y Diseño Gráfico están tan paralelos, desvirtuados o hibridados? O es que acaso una “firma autoral” se diferencia tanto de una “firma comercial”, cuando ambos figuran como Marca Registrada, en el universo de la mercadotecnia y se mantienen gracias acierta noción fetichista de exclusividad y exquisitez.

c.-) ¿En un tiempo donde la utopía artística -quizás- haya muerto, acercar el Arte a la Cultura Popular de la Calle, no será suficiente? ¿Y si “el artista” baja de su decadente pedestal y se convierte en un “eficiente diseñador”? ¿No sería una actitud más honesta?

Estas dudas, son un buen comienzo, pero creemos que esta primera lectura no basta cuando en realmente nos enfrentamos a la amplia obra de Dzine.

Así, a primera vista, Dzine no se me visualiza como un artista dubitativo, sino todo lo contrario, su poética y su estrategia artística es muy concreta y de antemano conecta o se introduce -desde mi parecer- con esa tipología artística antes mencionada que parece infestada del virus de la frivolidad, mientras ciertamente está infestada del virus de nuestros espejos, y se emparenta metodológicamente con el quehacer de creadores como Assume Vivid Astro Focus (y sus ambivalentes y complejas instalaciones interactivas), los SuperElegantes (y su derroche de elegancia fingida, como postura crítico cínica con la pose del artista y el dandy-pseudos-decimonónico que es hoy día el artista), los PSJM (y su visión fashion del Mercado del Arte), Luis Guispert (y su micro-mitología de la Música Pop-Latina y su industrialización en nuestros hogares), Darío Escobar (y sus reciclantes y edulcoradas patinetas, bates de béisbol, o monopatines tunneados), o Erwin Olaf (y su carnavalesco imperio del placer visual, su orgiástico brote de colorido); artistas que -como Dzine- deconstruyen y reinventan la Cultura del Consumo desde su esencia más Neo-Glam hasta el paroxismo más Techno-Punk; siendo creadores multimediáticos, los cuales combinan el videoart con el enviroment, la instalación con el grafismo, o el sonido con la teatralidad de la puesta en escena. O sea: Mero Simulacro. A la vez que su producción más pictórica dialoga con la revisionista fragmentación narrativa de un Arturo Herrera -quien como Dzine, vive y trabaja en Chicago, e igualmente cuenta con la disidencia hispánica de la minoría bicultural de lo Chicano-, o con la sensualidad desbordante de un Marcelo Pombo, o el decorativismo aparencial y metafórico de una Fiona Rae o una Beatriz Milhazes, donde “el propio placer del acto de pintar” prima sobre toda posible discursividad conceptualista, y lo decortivo se impone como busqueda espiritual dentro de un universo de violencia visual inusitado, donde el placer de la mirada es adornada por el goce de la felicidad de la purpurina, el brillo, el colorido y el jardín de unas formas a veces sexuadas, otras, insinuadas hacia nuestro subconsciente. Sólo apariencias, insisto. Belleza como antídoto, Belleza como credo, Belleza como Fe, Belleza como lugar a donde queremos llegar.

Sólo que Dzine, a pesar de estas cercanías, de ellas se escapa, por el resultado de sus “hechuras”, porque en su obra no son las formas, sino: son los resultados lo que aquí seduce. Es la suma de hechos estéticos que en sus obras ocurren, no un hecho estético en particular, lo que lo distingue. Es la suma, nunca la resta, lo que signa.

Y hago hincapié en este aspecto, porque si algo sobresale de la obra de Dzine es su sentido perfeccionista, su capacidad resolutiva, su ductibilidad no industrial, ante una obra de simula industrialidad.

De hecho su obra más pictórica aún cuando sea un expansivo mural in situ o una instalación site specific; denota manualidad, ligereza, tacto, roce.

Por eso creo que disfruta tanto la Cultura del Tunning; por su derroche acariciador; por como un tuneador acaricia con su mano, su objeto tuneado.

Detengámonos un instante en este detalle. Lo que distingue un coche tuneado de un coche no-tuneado, es que el coche tuneado está “re-hecho a mano”, emulando el lujo y el glamour de un “coche hecho a mano”; pero además, está vez, no es sólo hecho a mano, sino por lo general, “hecho a mano por quien es su dueño”, ya que el amante del Tunning participa en un 100% en el proceso de customización de su sueño tuneado. No es un coche a la carta, es una nueva receta que no existe en la carta. Es una nueva fórmula caprichosa de la realidad objetual customizada, que sólo mantiene una relación estructural con el original, y esa relación estructural es pura ingeniería, y está sujeta al hecho de que debe funcionar, andar, rodar, a pesar de sus cambios. Como si el objeto se travistiese frente a la mirada del Otro para engañarlo sobre su propia naturaleza (tal vez humilde, tal vez no).

En esta dirección, Dzine, recoge o traduce al Arte mediante un ready-made perpetuo, cíclico e infinito, una especie de Latin Groove Style o una Chicano Lowrider Culture al sistema imperante del Art World; una subjetividad marginada del poder hegemónico del centro, típica de las barriadas marginales de algunas grandes ciudades americanas como San Francisco, New York, New Jersey, Miami, o Chicago, como haciendo -como ya dijimos- un nuevo prototipo de arqueología de la Memoria que en caleidoscopio gira y se exhibe, como señas de lo que está quedando de ella como huella. Como si Dzine, mediante este método de trabajo, reclamara un trono -o simplemente un espacio de legitimidad, para no ser tremendistas- que ya ha ido ganando la Industria Musical, hasta Grammy Latinos tenemos, dentro del cada vez más democrático y globalizado universo visual, esta vez para el mundo de nuestra visualidad, y la huella que ésta puede recuperar como estigma social de lo que somos.

Un ser que es, así… sin melodramas, sin traumas de identidad, sólo es, y esta es su huella. Un huella que esta vez se exhibe orgullosamente neobarroca, travestida, esperpéntica, y reciclante como recicla en sí mismo todo mecanismo resignificador del KITSCH, pero como “este KITSCH” está siendo llevado de la mano de Dzine al estatus de Arte (al universo sacralizado del Arte), se convierte en un ULTRA-KITSCH, un KITSCH superior, liberador, apologético, fetichista, una vez más, y victorioso en su sinceridad.

Y esta es su Revancha, que ha de venir.


Omar-Pascual Castillo
Verano, 2008.
Granada, España.

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