lunes, 10 de agosto de 2009

LA MIRADA DESEANTE… según la obra fotográfica reciente de Fernando Bayona.


Fernado Bayona
Serie: Circus Christi, 2009
Fotografía Color
80 X 115 cm
Cortesía del Artista

1.-
“…puesta en escena excesivamente calculada, que pertenece, por su modelo de ostentación, al caravaggismo: proyección brutal de la luz –procedimiento sumario para atrapar la mirada- que se concentra en una parte del cuerpo…”
Severo Sarduy
Fetiche, en La simulación

Fotografiar -a través de la mirada- es una manera bastante habitual de acumular memoria visual de nuestro deseo.

Es más, la fotografía no puede divorciarse de la mirada y el deseo trascendente de distanciarle y/o dilatarse en el tiempo, de ninguna manera; pues esta es la cualidad que signa su naturaleza metafísica, su don arqueológico de “eternizar la mirada”, haciendo de “lo mirado”… una parálisis a través y a partir de su materialización como “lenguaje fotográfico”, como “archivo del ojo” que su mirar reinventa.

La Fotografía así, es -indiscutiblemente- una de las mejores herramientas que el humano ha logrado desarrollar para “eternizar” su deseo.

El ojo (y su acción de mirar aquello que luego hace “dato fotográfico”) de hecho es uno de los dispositivos desencadenantes más activos y protagonistas del despliegue del deseo, es uno de sus mayores factores actuantes, uno de sus mejores “activadores”, estimulantes, encendedores, catalizadores o “desencadenantes”; en fin, uno de sus mayores culpables.

A través de “lo fotográfico”, el deseo una y otra vez es re-visitado por la mirada otrora, la mirada secundaria del espectador, para volver cíclicamente sobre el objeto del deseo una y otra vez, como si lamiera con los ojos la superficie planimétrica de la fotografía; mientras la lee como documento del deseo, puesto ante nuestros ojos de modo exhibicionista, podríamos decir, también que de modo, fetichista.

De este modo, la Fotografía se convierte cada día más en el Arte de “retener el deseo” más allá de nuestra sensorialidad corporal. Como si quisiéramos prolongar una excitación sexual más allá de lo que el cuerpo físico humano puede soportar, la Fotografía cumple entonces ese poder afrodisiaco retardante-dilatador de las drogas y los fármacos; pero de modo, óptico-sensorial.

2.-
“La foto fija. Pero doy aquí al verbo fijar el sentido que tiene en el argot de la droga (fijarse: pincharse), es decir, a la vez inmoviliza y alucina. No hay arte que pertenezca más a lo imaginario, a la simulación, si que sea más high que el de la foto. Arte en el que sin embargo, todo ha existido, realmente, todo ha sido.”
Severo Sarduy
Fijeza en La simulación

En esta cita con la que casi concluye el capítulo: Fijeza de su ensayo La simulación, Severo Sarduy denota sin remilgos su amistad infranqueable con Roland Barthes, sus cómplices conversaciones y sus lecturas mutuas; pues la visión sobre “lo fotográfico” y la parálisis del puntum del estructuralista francés se entreleen -claramente- en las palabras del escritor y ensayista cubano.

Fernando Bayona, es un joven artista que no es ni francés, ni cubano; es un andaluz, nacido en Linares, Jaén en el año 1980, y formado entre Granada y Milán, primeramente en el dominio del espacio y el objeto escultórico, y que, en los últimos años, ha enfocado y desarrollado su producción artística hacia los mecanismos enunciáticos y eternamente misteriosos del Lenguaje Fotográfico.

Una evolución la cual, desde nuestro punto de vista, es producto de una desidia provocada por el solipsismo de su intrínseca relación con el objeto (léase: la escultura); la cual, desembocó en un apego de distracción hacia la capacidad relatadora del sujeto como ente narrativo (capacidad donde “lo fotográfico”, toma su rol más explicito).

En esta dirección, es su anhelo por plasmar su relación idólatra con el cuerpo -en concreto, el cuerpo masculino-, lo que lo lleva a empeñarse en buscar desde la narrativa significante de lo fotográfico, sus manierismos representacionales, o quizás debería decir que hurga en y desde sus teatralizaciones más extremas, para atrapar y hacer lenguaje de la mirada, sus utopías más sensuales; para abandonar la solemnidad estática del objeto que antes la escultura le proporcionaba.

La Fotografía así, le permite a Fernando B., desplegar un relato que abandona la estática ritualidad espacial del objeto y su primacía esencialmente simbólica como “experiencia de la contención”, para centrarse en las infinitas potencialidades simbólicas del sujeto, como ente que frente a la cámara finge un deslizamiento que no está contenido, sino que está en constantes mecánicas de resignificación de sus evocaciones.

De esta manera, lo que ahora conocemos como su “obra fotográfica” bien podríamos decir que se comporta como una indagación en los desplazamientos que el sujeto fotografiado y el deseo de su creador, evocan como metáfora de la existencia cotidiana; o mejor, como fábula de la existencia cotidiana, donde el deseo se manifiesta de múltiples modos, expectantes.

3.-
“Queda, como simple confirmación y regreso del barroco- pero esta vez no se trata de un barroco trasplantado, sino de “origen” […] Barroco ideológico que, aunque activado por otra urgencia y por otra supervisón, no contradice -aunque sea sin saberlo- la acción […] de ayer”
Severo Sarduy
Barroco furioso en La Simulación

En esta dirección Bayona ahonda en las prácticas de revestimiento estético de lo real para desde ese estado imaginario estampar su imaginario fotográfico, donde los pliegues de las referencias descriptivas de lo real, se solapan con la abundancia imaginaria de lo irreal; o sea, tuerce el relato y se densifica en cosificaciones dotadas de significancia simbólica o en derroches estéticos que bien podrían emular al más singular de los vericuetos amanerados del Barroco Histórico Europeo; con lo cual, regresa al Barroco para agredir el presente con un imaginario que lo doblega y subvierte.

La obra fotográfica de Fernando Bayona no apuesta por “testificar una realidad” constatable; sino que “la reinventa”, participando de esa teatralidad exagerada que los historiadores más clásicos han dado en llamar: “Fotografía Construida”, para referirse la Fotografía Artística de los últimos veinte años.

Una “pragmática constructora de imaginarios” que se aprovecha de la sobredosis de “aparente realismo” que la Fotografía -en sí- le posibilita como “dato factual”, aquella que designa un: “esto ocurrió, …aquí”; para desde esta coyuntura argüir un nuevo micro-universo mucho más personal y desmembrado de las reglas encorsetadas de “lo real”; mientras nos habla de problemáticas mucho más cercanas a su persona y a su generación.

Problemáticas afines a una perspectiva mucho más democrática de la realidad social de su presente, que asimismo están en consonancia con cierta vertiente crítica del nuestro tiempo; las cuales, se enfrentan a las taras de la sociedad occidental contemporánea, desde la desfachatez de la evidencia.

Una fotografía que saca a flote -por ejemplo- los riesgos excluyentes de las elecciones personales de la homosexualidad como conducta vital, o los peligros eufóricos de la promiscuidad y desencanto de una generación post-utópica, cínica, consumista, exuberante, casi anárquica y poco menos que atea.

Una generación que participa de las “lógicas reciclantes” e “hiperbólicas” de lo que Omar Calebrese designó como la “Era Neo-Barroca” y que ilustran las anotaciones de Severo Sarduy sobre la premonición de una subjetividad futura que promete un porvenir inestable y desafiante, inquieto e inasible.

Un porvenir plagado de erotismo, drogas, bi-polaridad esquizoide, violencia, sensualidad, engaño, seducción, mutilación, prótesis… amores, embrujos, desamores, soledad, y dolor.

Sólo que ese dolor Fernando lo sanea con belleza, virtuoso perfeccionismo y derroche deleitante de placer visual; un placer que dicho sea de paso, por su efectista destello seductor, una vez más nos recuerda de forma obligatoria la tiranía del deseo.

El deseo de una realidad atemporal, circense y esperpéntica; acaso soñada.

Granada, España.
Verano, 2009.

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