Alexis Esquivel, Memorial Garden, 2013
Acrílico sobre tela, 145 X 175 cm
Cortesía del artista
EL HEROE REVISITADO según la obra de Alexis Esquivel
a Antonio
por aquella primera vez
Los partes bélicos que acaban archivados en
carpetas en la mesita del salón nos dan una idea insuficiente de las acciones
heroicas. Esos logros paradójicos están ahí arrumbados, esperando una revisión
que incorpore la época de la vanguardia a la tradición o, como a veces tememos,
que acabe con ella.
Brian O´Doherty
Dentro del cubo blanco
La ideología del espacio expositivo
El héroe no nace, el héroe
se hace.
A pesar de que lo intentan
demostrar las tradiciones de vocación “ancestralistas” que inciden en la
sanguinidad de la valentía, la gallardía y el ímpetu de la heroicidad; el héroe
no nace, el héroe se hace.
Se hace cuando se enfrenta
de manera heroica, léase: sobresaliente, casi en el límite de su humanidad, a
las adversidades de su realidad.
Ahora bien, igual estaría
interesante debatir en torno a la ideología que “lo heroico” -y su
parafernalia- despliega como discurso o simulacro histórico-político según los
caprichos escriturales del poder.
Dependiendo de qué lado de
la polaridad de la historia este quien escribe sobre esta condición heroica,
las metodologías con las que este “hombre extraordinario” se enfrenta a su
realidad, pueden ser leídas como actos heroicos o como actos vandálicos.
Aunque a decir verdad, la
terminología actual sería “actos terroristas”. Hace cincuenta años -sólo medio
siglo- eran “guerrilleros, rebeldes, insubordinados, insumisos”; pero nunca se
leerían o escribirían como las acciones de los vándalos. Sino como las acciones
de un justiciero. Y aquí entra en juego otro detalle a destacar en nuestro
análisis, el papel que juegan las razones de los juicios de valor, las
normativas que imponen la justicia de los hombres en la determinación nominal
de la heroicidad (o no), de cada sujeto bautizado por su estigma.
¿Cuántas veces hemos
escuchado -de un lado y otro del discurso del poder- el término “héroe” usado
para designar o “marcar para la historia” a hombres violentos que han cambiado
el curso de la historia para un lado u otro de la balanza de la humanidad?
Pues sobre estas
arbitrariedades de la escritura del transcurrir histórico, lo que los filósofos
llaman: “la Filosofía de la Historia”, va la obra de Alexis Esquivel desde hace
más de veinte años a nuestros días.
Sus series Memorial Garden o Los próximos héroes, sus últimas producciones fundamentalmente
pictórica y dibujística[1], conecta directamente con sus tempranos Retratos Históricos, en los que el
artista cubano reinterpretaba anécdotas, fabulaciones o derivas de la Historia
y la Historia misma del Arte, desde una mirada de disidencia lúcida que burlaba
la oficialidad del discurso historicista.
Conectado también con la
vertiente neo-historicista de la Era Post-Moderna que en Cuba hizo mella,
clavando en nuestra cultura visual una insidiosa viralidad crítica, la obra de
Esquivel, desde siempre, ha mirado a la Historia para desmantelarla y
re-escribirla desde una lógica derivativa, escurridiza, zigzagueante, como
creando nuevos senderos de reinterpretación descriptiva o reinterpretación
narrativa de la misma.
Como si la asumiera desde su
uniformada frontalidad… tagencializándola.
La figura del héroe le sirve
perfectamente para esta divergencia transversal porque el héroe participa en
definitivas de la Frontalidad -horizontal- de la confrontación, la frontalidad
del enfrentamiento. Siendo entonces el entendimiento de “el cómo nos
enfrentamos con el legado histórico” para redefinir nuestro presente, la
pragmática que mejor ayuda a Alexis a argumentar una obra de un fuerte carácter
crítico con los propios conceptos significantes que la Historia en sí, y sus
herramientas, nos proporcionan.
En este entramado, entran en
juego otros elementos constitutivos de la obra de arte de Esquivel que operan
desde un rol protagónico. Por ejemplo, los elementos puramente visuales que
“usa” para desarrollar su trabajo. No en balde, la obra de Alexis Esquivel se
despliega desde un ejercicio sofisticado de la práctica pictórica.
Optar por la Pintura, en el
caso de Esquivel es un acto de militancia crítica.
En un tiempo en el que los
nuevos medios abogan por apoderarse de la nomenclatura de la Vanguardia, él
opta por pintar como gesto de rebeldía.
A pesar de que lleva años
viviendo en Europa y su obra bien podría desarrollarse desde el instalacionismo
más techné o la fotografía más
grandilocuente, Esquivel opta por la Pintura emulando el soporte desde el que
la Historia misma nos llegó como relato omnipresente, insoslayable e
incuestionable.
¿Quién cuestionaría a Goya,
Delacroix, David, Velázquez? … salvando las distancia…
En el siglo XX, el
enfrentamiento al acto pictórico todavía narrativo y ahora neo-historicista,
por suerte ha tenido un acicate de efervecensia en un creador como Mark Tansey
que abrió la veda para deshacer el academicismo de la representación pictórica
occidental y cuestionar la representación a la vez que se cuestionaba el relato
de lo histórico y lo pictórico en un mismo resultado de lucidez.
Esquivel se enfrenta a la
Pintura desde ese acicate de Tansey, el de quien opta por un
“arte-no-de-vanguardia”, en sus formas; más “sí-de-vanguardia” en sus
ideologías post-críticas, post-coloniales, post-conceptuales y
post-neobarrocas, sacadas a la luz, por la gracia de su pincel. Ya que en esa
apariencia de antigüedad de “pintura histórica”, que cromáticamente hasta
pudiéramos decir que imita el pergamino, en ese “espíritu epocal arcaico”, hay
una intencionalidad ex professo de
desidia, nada pasiva.
Una desidia que re-escribe
su propio álbum laminal de historias
paralelas, de ahí quizás su vuelta al dibujo, por su carácter bibliográfico
y/o documentalístico.
Un documento alterado,
falseado, reinventado, o que transgrede la antigua noción de verdad, y ofrece
otra. Una verdad de cubo-rubbi, poliédrica.
Una desidia nada
contemplativa, más bien, la desidia soterrada de un héroe silencioso que desde
el subterfugio de la mirada, nos cuestiona cuán valientes somos y cuán capaces
de ser valiente somos, en el reconocimiento de esta nueva verdad que pone en
duda, si vale la pena o no, la etiqueta nominal del héroe. Cuando la MTV a
diario nos vende el heroísmo marginal de un lumpen
de uno de sus realityshows; y la CNN,
nos oculta la verdadera causa de la muerte de un anónimo que intentó salvar a
su país del último dictador de Occidente.
Octubre,
2013.
Las
Palmas de Gran Canaria, España
[1] Y en la idea
de que Alexis regreso al dibujo, a decir verdad, hallo una militancia clara por
la precariedad disidente del “buen hacer” del “gran arte occidental”, como
auto-guiño a sus mencionados tempranos Retratos Históricos, muchos de ellos
realizados sobre papel.
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