Dele color al difunto remake II, 2019
Instalación
Acrílico sobre tela
Dimensiones Variable
a Leandro
el hombre puente
…la
mayoría de los pintores contemporáneos que se sirven de fotografías no copian
la imagen con servilismo, sino que la modifican de manera considerable.
Tony
Godfrey
La pintura hoy.
1.
Inmersos en la
frenética evolución de los imaginarios del siglo XXI, en el cual, el acto de
pintar se convierte irremediablemente en un gesto de resistencia, la obra del
dúo autoral Martin y Sicilia
(integrado por José Arturo Martín y Javier Sicilia, artistas nacidos en las
Islas Canarias, en Santa Cruz de Tenerife, JAM en el año 1974 y JS en 1971),
logra enfrentarse a estos imaginarios desde una estrategia esquiva… que se
escapa de su universalismo, logrando escabullirse o escurrirse hacia un lugar
más íntimo.
Ese
lugar a donde el yo, aunque sea dual, se re-construye en un proceso infinito. O
finito, allí cuando la muerte nos alcance. Un lugar hacia adentro que
redefinen, mientras tanto, como una especie de territorialidad nómada y
utópica, donde el ego es redomado por la disolución de sus fronteras (cosa que
radicalmente hicieron cuando decidieron trabajar juntos hace ya más de dos
décadas) para desde ahí reinventar un relato personalísimo, ficcional, pero con
tintes docu-dramáticos.
Justo
ahora, tras más de veinte años de su unión profesional como dúo autoral, esa
especie de contrato que parece matrimonial, con todas sus consecuencias, positivas
y negativas, de apegos y en medio de las marismas donde el ego es puesto en
jaque por las derivas mediáticas de las redes sociales y el espejismo de su
narcisismo, hoy cuando el yo se convierte en una marca que acelera el branding de su consumo, MyS, reinventan la nulidad en un
desdoblamiento, en un yo que se colectiviza haciéndose reflejo de su
generación. Un juego de todos, o quizás, un fuego de todos.[1]
Desde
sus comienzos MyS son un caso atípico
en el panorama visual nacional, no los únicos pero sí atípicos, pues en medio
del boom de la fotografía
post-documental[2], ellos
optaron por investigar los caminos de la representación pictórica como lenguaje
a revisar, evitando el facilismo de caer en los nuevos usos artísticos y/o
profesionales de la imagen fotográfica como lenguaje de moda. Volvieron a la
Pintura como reto narrativo. Desde sus inicios han ahondado -entonces- en la
paradojal relación que la Pintura y la Tradición narrativa tienen, para
cuestionarla frente al hecho post-fotográfico como punto de partida; pero
siempre volviendo la cabeza atrás para observar de dónde viene esta mirada. Esta
discusión (en los tiempos de la Vanguardia Histórica) que con los años (más de
cien o ciento cincuenta, para ser precisos) se ha tornado un cordial debate,
cargado de este regusto por narrar, por contar historias visualmente.
En
cambio, si bien este revés fue leído localmente y luego a escala nacional como
un aferramiento a no dejar de producir, por la incapacidad local (canaria)[3],
en el que la Tradición era una escapatoria
reaccionaria hacia la retaguardia[4],
personalmente creo que además de sentirse influenciados por artistas de los
años ochenta e inicio de los noventa que revisaban los recursos pictóricos de
la pintura narrativa histórica, donde destacan nombres como Mark Tansey, Igor
Kopystiansky, o Komar & Melani, Gerhard Richter, Rudolf Stingel o Luc Tuymans,
los artistas tinerfeños estaban conectándose con un “espíritu de época”
pictorialista que tomó su autobiografía como campo de referencias, entre
quienes su inmediatez se hizo un yacimiento narrativo enriquecido para divagar en
ella.
Hablo
aquí de Elizabeth Peyton, Zhang Xiogang, Anthony Goicolea, Muntean &
Rosenblum, Rinus Van de Verve, Titus Kaphar, Keginley Willey y Hernan Bas, o en
el contexto nacional de creadores como los andaluces Juan Francisco Casas y
Santiago Ydañez, o los vascos José Ramón Amondarain, Alain Iturria y Kepa Junquera[5].
Gesto
subversivo de desobediencia al orden del imaginario políticamente correcto, que
algunos puristas, sobre todo los post-conceptuales, algún que otro de los
tradicionales neo-historicistas, tildaron de un “deje de un infantil
ombliguismo”, y otros de ser la manifestación de un “arte adolescente”, que en
un narcisismo desproporcionado -como si todo narcisismo no lo fuera- negaban
del pasado para centrarse frontalmente a su presente. Un arte sin ningún
respeto a la Historia, pero no sin memoria, por eso optaron por narrarla desde
sus fragmentos, sus micro-relatos.[6]
Una
nueva generación de pintores que desjerarquiza el discurso de la Historia de la
pintura y sus relaciones adoctrinadas desde el Poder, sobre todo sus roles
patriarcales, fuese político-religioso o económico burgués, y la banaliza, la
baja a la profundidad de la clase media, incluso a la marginal clase obrera,
esta vez con una ficción narrativa de un supuesto presente, donde el
presencialismo (a través del autorretrato) de sus protagonistas nos evidencia
cierto hálito vital de carpe diem, de
aquí estuvimos aferrándonos a nuestra ridícula e imperfecta cotidianidad. Dejen
de ignorarnos. Estamos aquí. Y esto es lo que queda. Como diciéndonos, es muy
fácil mirar atrás y no mirar al lado. Pues miramos a la redonda;
generacionalmente, insertándose en la representación narrativa, como relato
visual de una contemporaneidad testimonial, mucho más post-fotográfico o
post-cinematográfico que post-académico. Con más pretensión de ficcionalizar,
que de documentar “lo real”.[7]
Pero
tengo la sensación de que en el caso de MyS,
ellos se sienten más cercanos -a nivel
de relato o vocación narrativa- a lo autobiográfico como mecanismo de resistencia.
Puede que adelantándose, tal como lo hace un clarividente, a la nueva tendencia
de artistas millenials que creen en
su inmediatez de manera instantánea, como si de un historial de un perfil de instagram se tratase, como es el caso de
Audun Alvestad, Patricia Renee Thomas, Monika Kim Garza, Akos Ezer, Haley
Josephs, Christina Banban, o Hiba Schahbaz. Muchos de ellos, trivializando sus
vidas desde una perspectiva un poco bloggers,
de cuaderno de bitácora, donde todo lo mundano se vuelca al exterior, se vomita
sin pudor la intimidad como en un eterno y cíclico reality show. Un exterior que no es sólo la pantalla y su universo táctil
de aceptación y reflejo, amores y odios, sino un exterior que es la pintura en
sí como un universo plano. Un lugar de re-invención del sujeto.[8]
Sólo
que contrarios a estos artistas más jóvenes que se vanaglorian en enaltecer su
relajada vida de ocio y distracción, Martín y Sicilia, dudan, sospechan, ponen
en peligro la ilación de sus microrelatos invadiéndonos de incertidumbre
exasperante como público, como arma interrogatoria para con nosotros mismos, los espectadores.
(…) no
solo por la comodidad de eludir el esfuerzo de dibujar o de pensar en una
composición, sino porque la fotografía tiene la capacidad de indizar, retrata
un hecho conectado directamente con la realidad y también con una secuencia
temporal.
Tony
Godfrey
La pintura hoy.
2.
Martín y Sicilia
trabajan en un sentido, tal vez, muy hitchkoseano;
más próximo al suspense de “la imagen
en movimiento”, como diría Deleuze para referirse al cine, la televisión o los
audiovisuales informativos, ya fuesen documentales o noticieros, a lo que en
nuestros días añadiríamos evidentemente, las plataformas de contenido con macro-marcas
tipo Netflix, HBO, Amazon Prime, a la cabecera, y las redes sociales tipo Facebook, Instagram o Youtube, en
paralelo. Y a la contra de todas estas emanaciones de imaginarios infinitas, MyS, optan también por emboscarse, huir
de la incierta vida citadina para refugiarse en el interior de la foresta, como
si hubiesen leído hasta la saciedad La
emboscadura de Ernst Jünger. Generándonos así cierta desconfianza en el
propio relato en sí.
Ante
lo que me pregunto.
¿No
estarán MyS cuestionándose las
limitaciones propias del lenguaje pictórico y del arte en sí, como herramienta
de salvación? ¿Salvarnos de qué, de quién, de quiénes? ¿De nosotros mismos?
¿Para qué? ¿Con qué fin? ¿Es el arte un fin o un medio? ¿O es -justo- “lo de en medio”? Lo que pasa,
mientras la vida pasa. Como dijera el poeta.
Y
si con hacerla (a la pintura), ahora sí ya vale. O incluso, ya valió. Así, en
un pasado perfecto.
En
este tiempo de cromos y virtualidades, Martín y Sicilia, se toman su tempo. Cambian el ritmo vertiginoso, y
se detienen. Paran un rato. Para perder el tiempo, esa única pérdida en cuya
gratuidad estriba su riqueza. Porque el detenimiento no es un tiempo detenido,
es un tiempo ralentizado, expandido, anchado para buscar en él sus interfaces,
sus estructuras silenciosas, o simplemente sus silencios. Por lo visto, según
la neurociencia más actual, el silencio de la meditación es uno de los recursos
mediante los cuales se regeneran más neuronas.
Albúm Familiar, 1995-2019
Instalación
Fotografía color en albumes
La
fotografía parece ajena al tiempo: congela un instante. La pintura carece de
ese elemento indexable (…) mientras la fotografía es muda, la pintura es
ruidosa con sus capas y pinceladas.
Tony Godfrey
La pintura hoy.
3.
Puede que pintar
y/o autopintarse una y otra vez sea una especie de terapia colectiva que
pretende empatizar con nuestras memorias para evitar el olvido, quizás hasta
los deterioros neuronales del envejecimiento, y las cada vez más frecuentes
demencias seniles o el Alzheimer, esta especie de viral amnesia colectiva que el
humano está sufriendo como especie, como hipotética reacción a una posible
irresponsabilidad en su vida vivida, que nos da por anularlo todo. Borrarlo
todo. Y hacer borrón y cuenta nueva, aún cuando sea una cuenta vieja, una
cuenta viejísima.
¿Quizás
pintar sea la cura?
Volver
a detenernos.
Pintar
sea el remedio contra el paso voraz del tiempo.
Miren
Altamira. Ahí sigue, tres milenios
después de estar pintada.
Y
eso que en aquel entonces no existían todos los procesos de sofisticación del
lenguaje pictórico que hoy día existen.
Escoger
el instante de eternidad que Altamira
ofrece, ante la vertiginosidad absurda de un instante de fugacidad en Internet,
un simple link, un pixel, un metadato cuantificable, elegir esto. Un registro vital. Una parada.
Un
entre corchetado en el tiempo.
El
tiempo en el que te obliga a ser leída una pincelada. Aún cuando esa pincelada,
se esté borrando a sí misma.
Tal
vez, porque Martín y Sicilia a ciencia cierta saben que la Pintura siempre
calla, nunca grita. La pintura te obliga a reflexionar, mínimo en un ¿cómo está
hecho esto? ¿Qué tiempo ocupó el artista para hacerlo?[9]
Una
pincelada pictórica (o un trazo dibujístico) que como la lectura textual, te
obliga a imaginar. A darle riendas a tu imaginación, a no quedarte en la
obviedad de la historia narrada, porque cada historia no está cerrada, está
abierta.
Aún
cuando sea una pequeña apertura en un circulo cerrado que simula un grillete.
Una esclava, le llamaban en Cuba a esas joyas para adornar las muñecas. Esas
Cs, abiertas que nos sugieren ser la C de conciencia, corazón o culo.
Y
hago esta salvedad, que puede sonar hasta grosera, porque creo ciertamente que
lo pictórico tiene mucho de ese proceso de descenso de lo racional a lo
escatológico, de lo cerebral a lo sensorial, tiene de ese esfuerzo que
significa el cortejo, la seducción y luego el sexo, para más tarde erigir sobre
ese territorio, un lugar para el amor. Al menos un terreno fértil para su
práctica. De ahí su carisma adictivo.
El cine, 2007-2019
Fotografia impresa en papel
bloque de 5000 copias gratuitas para el público
Conviene
señalar además que raras veces trabajan a partir de
fotografías magníficas o
famosas; tienden a decantarse por instantáneas de aficionados o imágenes
incompletas en apariencias.
Tony
Godfrey
La pintura hoy.
4.
Por ello, un intervalo es un proyecto que
curatorialmente nace desde dos puntos de vista. O dos pilares fundacionales.
Primero demostrar que el trabajo pictórico-dibujístico de Martín y Sicilia, así
como el de casi todos los artistas que “usan la imagen fotográfica” como punto
de partida, es mucho más sofisticado que tomar (o tomarse) una fotografía
cualquiera, recortarla un poco para ensamblarla a la manera collage o que los
actuales programas informáticos de digitalización, construcción y
reconstrucción de la imagen del paquete Adobe,
proyectarla sobre un soporte y pintarla (y/o dibujarla). De ahí la intención de
desnudamiento del proceso. La intención de mostrar la tramoya de la complicada
puesta en escena que es la obra pictórica. Y por ende, con la exhibición de la
obra Álbum Familiar, 1995-2019, en la
que se muestra el arduo procedimiento de sedimentación, selección y edición de
imágenes está mucho mas cercana a un cuidado proceso de destilación, que al
ludismo azaroso de una retahíla de imágenes mundanas. Sólo tenemos que hacer
una pequeña ecuación aritmética. En estos más de veinte años de trabajo como
dúo artístico, Martín y Sicilia, han producido concibiéndolas como obras
terminadas entre pinturas, fotografías, dibujos e instalaciones, o al menos
obras exhibidas, a pesar de ser susceptibles a ser alteradas en cada versión de
su nuevo montaje, un total de entre ochocientas y mil piezas. Teniendo en cuenta
que muchas de ellas son secuencias, mosaicos, o montajes instalativos
integrados por varias piezas recortadas[10]
que se integran en una sola. Comprobado el hecho de que Álbum Familiar, nos permite el acceso acerca de cinco mil
fotografías, de una selección de cerca de quince mil, esto significa que el
proceso de trabajo de MyS, es de una
depuración absoluta. En un trabajo de pre-producción exquisito. Demostrándose
así que no es por tanto, un simple divertimento juvenil narcisista, es un
rastreo ficcional -dilatado en el tiempo de más de dos décadas- sobre nuestras
obsesiones y miedos, nuestros anhelos y frustraciones, nuestra falta de un
territorio firme para afrontar la realidad, tal cual. En estos tiempos líquidos, diría Bauman, casi un
imposible.
En
cambio, nada es un imposible en el campo de la ficción. Desde ahí podemos
subvertir todos los roles. Los roles del arte, los roles del mercado, los roles
del campo del arte como campo de poderes fácticos, o los roles del poder mismo,
el patriarcado y el falocentrismo, donde el macho alfa bajo el disfraz del
héroe sigue intentando controlar la manada, sólo que esta manada se ha
convertido en un animal social, cívico, mucho más sofisticado que su visceral y
ancestral brutalismo, este es un animal social refinado, elegante, aburguesado,
puesto en ridículo. Quien sabe como metáfora o analogía directa. ¿O es que
acaso no hacemos constantemente el ridículo?
Y
la segunda premisa, es menos procesual sino puramente curatorial, necesitábamos
que la muestra se mostrase editable, fungible, efímera, siendo literal en tanto
que es un intervalo. Una muestra del
revés, de detrás de la cámara, detrás de bastidores, desde dentro de la
pantalla, una muestra pre-pantalla. Un dispositivo capaz de contraerse o
expandirse, así como lo hace la prolífera creación de Martín y Sicilia. Una
muestra que invita a torcer la mirada y mirar la segunda cara de la moneda. Aún
cuando ese lugar nos sea desconocido y de ese nuevo conocimiento nazca un nuevo
estado liminal. Posiblemente el comienzo de algo, aún cuando ese algo nazca de
un vacío, o un proceso de vaciamiento, de corte terapéutico. Fruto de un
renacimiento o una regeneración -en plan clonado- algo Gestalt, pudiéramos decir.
De
ahí que hagan un guiño a cierto fatalismo, cierto deje post-apocalíptico como
estrategia de distracción, a cierto aire que desemboca en un ego fallido,
bicéfalo que se disfraza una y otra vez y trabaja sobre la idea de la nulidad y
la teatralidad en un tiempo extrovertido, narcisista, fake, como divertimiento crítico que pone en jaque los paradigmas
pre-establecidos de “la Vanguardia y la Contemporaneidad” (sobre todo, tras el
auge del conceptualismo como ideograma canónico y episteme máximo) en un tiempo permeado por el tiempo pasado, o
quizás… impregnado hasta de su pestilente tufo.
Siendo
así, el presente proyecto nace tras más de una década de investigación y
relaciones profesionales y humanas, puede que incluso saldando una deuda pendiente,
suerte por la que opta por disentir, irse por la deriva de la no obviedad, el
subterfugio, el retruécano, el giro inesperado, el punto de mira de un
Hitchcock curatorial[11],
un intervalo se plantea como un
deconstructor (en términos prácticos y estructurales) trabajo curatorial
-histórico pero no retrospectivo- que reúne por primera vez un conjunto de
piezas site specifics (delimitadas
según el espacio expositivo que deberán realizar los artistas in situ), que son relativamente
características dentro del prolífero trabajo de MyS; pero en esta ocasión, desviando la atención de sus lecturas
post-críticas del arte, del lenguaje en sí de la imagen a través de lo
fotográfico hecho archivo, gigantografía o póster gratuito que el público se
lleve (como soslayado homenaje a Félix González Torres), y centrándose en la
recreación de la ruina y la descripción / emancipatoria del paisaje como
solución a nuestras carencias y sueños.
Mucho
más preocupados por des-narrar que por narrar.[12]
Al menos esta vez.
Como
salida utópica de nuestra propia destrucción, paremos un segundo, tomémonos un
tiempo, un intervalo, un break… así,
en spanglish. Como cuando tomamos una
siesta, o el descanso que implica tomarse el aperitivo de una tapa. Exquisita,
por supuesto, bien hecha como manda la nueva cocina fusión española. O lo
contrario, cargada de ese conocimiento ancestral que es la tradición culinaria
ibérica.
Parar
para volver a empezar de cero.
Aún,
cuando ese “cero” puede que sea un imposible, a día de hoy.
Las Palmas de Gran Canaria, España
Primavera / Verano de 2019.
Dele color al difunto III, 2019
Instalación
Medidas Variables
Acrílico sobre madera y pared
[1] Síntoma, el del asociacionismo,
o el trabajo en colectividad como respuestas a la egolatría fallida de los
ochenta, que renace en la década de los noventa, después del resurgimiento de los
británicos Gilbert & George, los
canadienses pero berlineses de residencia General
Art Idea, entre quienes se fraguan dúos y colectivos autorales como los de
los franceses Pierre et Gilles, los
rusos AES+F, los neoyorquinos Tim Rollins & K.O.S, los cubanos Los Carpinteros (integrados en un principio
por tres artistas, luego dos, hasta que recientemente se disolvieron), los
indios Raqs Media Collective, los
nórdicos Elmgreen e Dragset, los
daneses A Kassen, o el peculiar proyecto
del brasileño neoyorquino Assume Vivid
Astro Focus, quien acostumbra a invitar cómplices en múltiples proyectos, o
agrupaciones más recientes como la neoyorquina Bruce Higth Quality Foundation, los argentinos Mondongo, o como Carlos
Rolón, de origen boricua afincado en Chicago, quien bajo la firma de DZINE, invita a músicos o artistas
callejeros a proyectos específicos, o el Atelier
Morales, con quienes comparten galería mexicana, por nombrar sólo unos
cuantos. Una tendencia que repercutió en el contexto español donde se crearon
el Colectivo El Perro, luego Democracia, junto a los PSJM, Basurama, o la desaparecida The
Richard Channin
Foundation, formada por los andaluces Miki Leal, Juan de Junco y Fer
Clemente, actualmente todos en solitario. Por tanto, MyS
no son un caso aislado. Aunque sí hemos de decir que en el contexto canario, la
pujanza de MyS puede que haya sido el
catalizador para que nacieran parejas posteriores como las armadas por Bea
Lecuona y Oscar Hernández; Israel Pérez y María Requena; Juanjo Valencia y Lena
Peñate.
Una generación que crece y madura en plural, en colectivo, dijo recientemente el
comisario y crítico de arte Sema D´Acosta en declaración a El país. Sólo que como curiosidad, Martin y Sicilia, no son pareja,
no son una familia, ni novios, son sólo amigos, partners libremente asociados de una sociedad autoral sin ataduras,
con lo cual su durabilidad y fortaleza se argumenta sobre otras estructuras,
otros resortes y herramientas muchas más próximas a la compatibilidad, al
completamiento de un sujeto utópico dual, bicéfalo.
[2] Por si no lo recuerdan, quizás sea propicio citar
la escena de finales del siglo XX en España, en la cual las nuevas tecnologías
de producción industrial de la fotografía y el audiovisual, había desplazado la
grandilocuencia presencial de lo pictórico. Escena, donde destacaron nombres
como Joan Fontcuberta, Alberto García-Alix, Javier y Valentin Vallhonrat, Cristina
García Rodero, Manuel Villariño, Lucía Muñoz, Daniel Canogar, Hannah Collins,
Chema Madoz, Sergio y Raúl Belinchón, Montserrat Soto, Carmela García, Eulallia
Valldosera, Ana Teresa Ortega, Bleda y Rosa, Mabel Palacín, Cabello/Carceller, Carles
Congost, Aitor Ortiz, Pierre Goonrd, o Juan Manuel Ballester, aunque en aquel
entonces practicaba mucho más la pintura de sus propias imágenes. Gracias a esta
profesionalización de la producción de la fotografía a gran escala fue el Boom de la Fotografía Artística con el
respaldo de figuras internacionales como Jeff Wall, Cindy Sherman, Thomas Ruff,
Candida Hoffer, Andrés Serrano, Wolfgang Tillmans, Yasumasa Morimura, o Andrea Gusky. Por eso “Pintar” era un gesto de
valentía, y actualmente continúa siéndolo.
[3] Para que nos ubiquemos
en situación aporto un dato contrastado por mi experiencia como productor de
proyectos expositivos. A día de hoy, en las Islas Canarias existen únicamente un
par de laboratorios fotográficos que se han actualizado y profesionalizado lo
suficiente para producir, léase imprimir, fotografías de gran escala. Sólo que
esa gran escala no sobrepasa los 150 cm de ancho de la imagen, con lo cual,
tampoco estamos a nivel del resto del territorio nacional de España, ni mucho
menos Europa o Estados Unidos. Por otro lado, un pedazo de tela, carboncillos y
papel, pintura acrílica, barnices, brochas y pinceles + un bastidor de madera,
siempre será más barato que cualquier papel fotográfico y el coste de su
impresión, sea en el sistema que sea, analógico y/o digital, y su adecuado y
profesional enmarcado, en madera o metal, con su soporte de dibond o aluminio y
su cristal museo o metacrilato encapsulado.
[4] No me extraña así que
el pensador, comisario y ensayista Iván de la Nuez apoyase el trabajo de MyS desde que los conoció a través del
comisario cubano-americano Dennys Matos y el artista cubano-alemán Juan Miguel
Pozo, porque son el perfecto ejemplo de lo que años más tarde materializó como
un ideario en su ensayo: Teoría de la
Retaguardia. Cómo sobrevivir al Arte Contemporáneo (y a casi todo lo demás),
publicado por Ediciones Consonni, de Bilbao, España, en el año 2018.
[5] En el contexto
iberoamericano muchos artistas interesados en los lenguajes contemporáneos de
la pintura optaron por dialogar a favor de la imagen fotográfica, no sólo estos
nombres, recuerdo así a bote pronto a Carlos Salazar y Marcos Mujica
(Colombia), Siméon Saiz, Enrique Marty, Juan Manuel Ballester, Chema López,
Pablo y Hugo Alonso, Rómulo Celdrán, Chus García-Fraile, Irene Sánchez Moreno,
Antonio Montalvo y Paco Pomet (España), Gustavo Acosta, Arturo Cuenca, José
Ángel Toirac y Raúl Cordero (Cuba), Bruno Pacheco (Portugal), Francis Alÿs,
Héctor Falcón y Víctor Rodríguez (México), entre otros.
[6] Digan
lo que digan los historiadores, críticos, artistas coetáneos y pensadores
locales y nacionales, visto desde fuera nos es obvio que, el éxito comercial
medianamente alcanzado por MyS en sus
frecuentes participaciones en ferias internacionales como ARCO, MACO o ARMORY
SHOW, los convirtió en un paradigma. Un modelo a seguir que de alguna manera
influyó en visualizar una posible salida al localismo, hasta tal punto que
vivieron más de una década entre Madrid y Berlín, tras exponer en
Johannesburgo, México, Nueva York, Palma de Mallorca, Barcelona, Vitoria o La
Habana, ciudad en la que han sido invitados a su famosa Bienal, una de las más
prestigiosas del continente americano, en tres ocasiones. Un cambio de
paradigma que desembocó en lo que años más tarde se conoce como La Escuela de La Laguna, donde junto con
otros artífices destacan los nombres de Pipo Hernández, Miguel Ángel Pascual,
Francho (Francisco Castro), José Otero, el primer Ubay Murillo, Alby Álamo,
Juanjo Valencia, Cristóbal Tabares, Federico García Trujillo, RoRo, Noelia
Villena, Raúl Artiles, Idaira del Castillo, Davinia Jiménez o Moneiba Lemes.
Aún
cuando desde la condición insular esta visibilidad exterior se sobredimensiona
e idealiza, la carrera de MyS, sí ha
estado acompañada de esa agenda y/o esta cobertura. Lo cual, la hace una
carrera periférica, un poco estrábica, alejada del centro, más hacia afuera que
hacia adentro, más proyectada hacia América Latina que hacia Madrid, contraria
a cómo es su relato y proceso artístico introvertido, su carrera sí es un rizoma expandido, un bucle de
extroversión.
Un
campo rizomático que comparten generosamente. A tal punto de crear junto a
Leandro Betancort, Pipo Hernández, Miguel Ángel Pascual, Karina Beltrán y
Alexis W, entre otros, un eventual espacio de visibilidad extrema en las fechas
de ARCO en su edificio de Reina 39, convirtiéndolo en un espacio para exhibir a
artistas canarios, nacionales e internacionales, justo en el momento de mayor
flujo e interés en las Artes Visuales en la capital del país.
[7] Algo
que hicieron además, hablando de Historia del Arte, los fundacionales impresionistas
franceses y los prusianos expresionistas, hace más un siglo. Dejar huella de la
bohemia Vida Moderna. Plasmar su
decadencia, su lado no amable. Su matiz no bello, más allá del canon de belleza
de finales del siglo XIX e inicios del XX. O más recientemente, maestros
hiperrealistas como Chuck Close o el irreverente post-moderno alemán Martin Kippenberger,
entre muchos otros.
[8] Siempre he pensado que
esta tendencia supera las trabas acomplejadas de dialogar con la industria
publicitaria cartelística que el Pop
propuso como punto de partida, pero revisitándola para desmembrarla de su
acidez, y hacerla superficial sobre la que “ilustrar su vida”, una pintura
quizás soft, blandita, a veces ñoña,
justo por la planicie de su poca enjundia matérica, su falta de agresividad
gestual, una pintura contenida, sin mal carácter, más bien lo contrario, jovial
y lúdica. Una tendencia sobre la que el expansivo desarrollo del grafitti y la nueva ilustración
post-digital, así como el aplanamiento visual de las pantallas, marcó su
huella, sin duda alguna.
[9] Un posicionamiento al
hecho pictórico que además es muy español en sus raíces porque está cargado de
todo el conocimiento de la pintura barroca española, y su vez, de su tozudez, su cabezonería, su
perseverancia, su tenacidad. Una tenacidad acorde con quienes no lo tiene tan
fácil para caer en los tecnicismos y prefieren embarrarse en las tradiciones
modernizándolas. Como diría un amigo, “el español de naturaleza es cabezón”,
refiriéndose a su perseverante carácter obstinado y tenaz.
[10] El uso del recurso de
realizar recortadas figuras pintadas sobre madera, o sobre un soporte rígido,
para tridimensionalizar el hecho pictórico expandiéndolo espacialmente, es un
síntoma característico del hacer de MyS
desde hace más de dos décadas, pero que curiosamente los conectan con artistas
de la talla del norteamericano Robert Longo, con quien comparten cierto gusto
por una representación contemporánea del individuo burgués, o con el maestro
cubano Manuel Mendive, o la británica Lubaina Himid, premiada con el Turner
del año 2017.
[11] Mucho
más tras poder disfrutar de su excelente exhibición antológica, itinerante por
el archipiélago canario en salas como el Instituto Canarias Cabrera Pinto de
San Cristóbal de La Laguna, el Centro de Arte La Regenta de Las Palmas de Gran
Canaria o el Centro Juan Ismael de Fuerteventura, comisariada de un modo
riguroso y preciso por Fernando Gómez de la Cuesta, bajo el sólido título The Handbook of Concepts.
[12] Cuando en el año 2013, MyS realizaron la primera versión de su
pieza Dele color al difunto, una
instalación mural en la que pintaban en la pared frontal de la galería Artizar un
paisaje neo-romántico típico canario para ser re-pintado de blanco por sus
figuras recortadas, me vino a la mente inevitablemente la obra Triumph over Maestry II de Mark Tansey,
una pieza del lejano año 1987, y me dio una pequeña frustración porque un par
de meses antes habíamos producido ON
PAINTING (prácticas pictóricas actuales… más allá de la pintura o más acá) en
la que participaron por supuesto, pero no con esa joya… en cambio cuando cinco
años después me presentaron la primera idea de Dele color al difunto remake II, en la que simulaban tachar de
blanco -en esa especie de tachonismo
invertido, así en blanco- el depósito de un museo repleto de obras tempranas
suyas, su valentía desembocó en este descanso, como un gesto ineludible de
madurez, de esa “madurez colectiva” de la que hablase D´Acosta. Regalándome
así, el pretexto curatorial perfecto para este proyecto.
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