lunes, 21 de julio de 2008

RAUL CORDERO: LA PINTURA COMO LUDISMO ANALITICO





a Alejandra y Encarni
por sus sonrisas

Raúl Cordero plantea el acto de creación como un ejercicio analítico que luego se expone como un juego cínico de apariencias, las cuales, una y otra vez se reciclan girando sobre sí mismas entrópicamente, para resultar ser lo que es o lo que son: una Pintura. O sea, siempre me ha parecido su Pintura, una producción centrífuga en constante movimiento y con múltiples líneas de fuga; derivas que justamente se fugan, desplazan o escapan hacia el adentro y hacia el afuera de la Pintura misma. Lo sé, por un lado, esta lectura nuestra sobre Cordero, puede ser “mal-leída” como una simplificación de su quehacer al “acto de jugar”; pero si en primera instancia comprendemos el juego como lo hace la rama de la psicología, la antropología y la lingüística, como búsqueda iniciática o primaria del conocimiento, como primer modelo empírico de la experimentación; este prejuicio, desaparecerá. Por otro lado, igualmente al establecerse este “juego cínico de apariencias” como “ejercicio analítico”, la simplificación de su naturaleza se hace no viable, pues cualquier análisis por simple o sencillo que este sea, se manifiesta como un sistema de interpretación, estudio, desglose o desestructura, y en un final armazón o reedificación de aquello que es analizado.

Partiendo así de este umbral, es fácil que asumamos -entonces- disfrutar de la obra de Raúl Cordero como la de un artista que participa del gesto pictórico como quien participa de un “placer inteligente”. Aquel placer de quien conoce está operando con estados experimentales del lenguaje visual, mediante aquel medio que hizo fuese posible la autonomía misma del Arte en sí. Aquel medio que más “gratuidades” subjetivas se ha permitido desde su nacimiento hasta nuestros días.

Sabiendo esto, sabiéndolo Raúl y nosotros, nos posibilita enfrentarnos a su Pintura como lo que es: un desafío.

Plantear así… cómo se llega a una Pintura, cuál es su proceso de construcción, cuál su energía interna, su dramaturgia, su lógica (si es que la tuviese), cómo se llega a ser Pintor, cuál es su rol en esta puesta en escena que es el mundo de Arte Actual ( …“Actual” más que “Contemporáneo” porque la “contemporaneidad” -como territorio histórico- abre un espectro en el tiempo casi abstracto, inasible, que no esta ceñida por la inmediatez de lo actual, que es a lo que referimos), y cómo la Pintura proporciona un “estado ideal de subjetividad”, que sólo y únicamente se legitima como “presencia gratuita” de lo humano (como dijera José Luis Brea, parafraseándolo), de lo que somos, de lo que consumimos, heredamos, legamos, o dejamos entrever; es lo que hace Raúl Cordero, … como si esto fuese suficiente. Porque posiblemente lo sea.

De este modo, en este preciso instante de “actualidad” en el que se halla el hecho pictórico, es casi imposible desprender el medio de los llamados “nuevos medios” (tecnológicos, léase: el avance casi desmesurado de la Fotografía y el Video) y su capacidad representacional, narrativa, su invasiva velocidad para “captar la realidad” y reinventarla. Por ello, la Pintura ha experimentado un movimiento de actualización, y Raúl está -justo- inmerso en el centro del meollo o fuerza motriz de ese movimiento.

Tras su incorporación de la “fotografía doméstica” (el álbum familiar) a la descritptiva y discursiva iconografía fetichista de la Pintura, en su obra temprana (pienso en series como Lecciones de la Vida y Todo depende del relato); Raúl ha ido incorporando paulatinamente imágenes del consumo de su vida cotidiana al relato de su Pintura, para tras un ligero y veloz paso por las experimentaciones conceptuales del soporte videográfico y el instalativo, continuar haciendo interactuar el gesto pictórico sobre y con aquello que su ojo ve. Sólo que para ello ha empleado una estrategia de sapiencia exagerada del conocimiento, primero del medio pictórico mismo, y luego, del medio artístico, dotando su pretextual argumentación discursiva de un elemento de cuestionamiento conceptual del “sentido de hacer Arte”, y más específicamente el “sentido de Pintar”, como elemento justificante.

Como si “sampleara” sobre la tela en blanco pretextos visuales, obtenidos caprichosamente de múltiples orígenes referenciales (prensa, revistas, libros, cine, tv, fotografía, y video) Cordero pone ante nosotros el hecho pictórico como el resultado de un reciclaje, de un revival, que en la nostalgia de su añoranza, patenta una nueva realidad esfumada, una realidad matizada por la arbitrariedad sentimental, emocional, y a la vez, especulativa del hecho artístico. Es así como tras obras suyas como Superpainting, del año 2000, o Lo que pasaba en el banco de los bajos, mientras yo pintaba el retrato de Yuri Gagarin, del año 2001; su producción dio un salto cualitativo sobre la idea libertina de por qué hacer una Pintura. ¿Por qué hacer Pintura?... pues, queda claro, por el placer de hacerla. Ahora bien, dado el caso que Raúl es un hombre del Siglo XXI, hacer pintura hoy en día y no caer en el aburrimiento de los límites de la representación, significa hurgar en el imaginario cotidiano del remix de imágenes a las que el hombre accede diariamente; por ello, su “reciclaje” metodológico es enriquecido con interpretaciones conceptuales y/o analíticas acerca del proceso pictórico en sí, como si el artista quisiera “darnos pistas” de cómo pinta, de porqué estas obras contienen esa extrañeza seductora.

De ahí nace su serie Expenditure (donde el artista mide las calorías gastadas en la realización de cada una de las piezas, y saca sus propias conclusiones al respecto), lúcida forma de democratizar y desacralizar el gesto artístico, o la serie: Obtained by transition of Video (su título la explica por sí misma), así como: la serie de Optional title (donde la titulación reconceptualiza el sentido discursivo de cada obra, sin que esta esconda su verdadera naturaleza, son Pinturas), o su jocosa: A Painting the same size a… (en la que coquetea con la idea de “usar” las medidas de importantes obras de la Historia del Arte como standards legitimante de una posible “Buena Pintura”, incluso una “Obra Maestra”, cinismo e ironía sin igual, o su proyecto: Not lying, not documenting, not telling stories; donde la vigilancia del espectador completa la obra mientras esta le recuerda que ella es independiente, free-lance, disidente, disgregada, una fugitiva que de sus redes siempre escapara. Tan sólo por el placer de hacerlo.

Y ahí, en el hecho mismo de experimentar el placer de poseer una dote de liberad, es donde Raúl nos alecciona con su obra.






Omar-Pascual Castillo
Granada, España
Marzo de 2008.

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